domingo, 4 de julio de 2010

Tomando café

El sábado quedé con una amiga por la mañana a tomar café y con otra por la tarde para tomar una cervecita. Acompañada de mi inseparable hijito, por supuesto.

Merche y yo nos encontramos en una cafetería del último piso de un centro comercial. Allí ocupamos una mesa y pedimos sendos cafés que prometían unos minutos de felicidad. Pero Daniel no estaba de acuerdo con mi plan. Le gusta el carrito en movimiento, pero en cuanto te quedas parada más de lo necesario... empieza la rabieta. Merche que es madre de dos soles tiene mucha mas experiencia que yo y enseguida se hizo cargo del bebé. "¡Uy! Este niño no te deja vivir". Le faltó tiempo para deducir que Daniel absorbe todo mi tiempo como pequeño tirano que es y que yo le dejo hacerlo como madre primeriza e histérica que soy.

Nos tomamos el café, yo tranquilamente y ella con un energúmeno revoltosos en la falda. Al terminar salimos a la terraza del centro comercial y ella me sugirió que dejásemos el carrito con el bebé orientado a los juegos de los niños para que Daniel se entretuviera observando. ¡Todo un éxito! El chiquitín estuvo entretenido y mientras nosotras pudimos hablar de nuestras cosas. Lo malo es que con Daniel no sirve el mismo truco dos veces. La próxima vez que lo pare delante de unos juegos querrá ir al encuentro de los niños. ¡Cómo si no lo conociera!

Por la tarde me tomé una cerveza accidentada con Patricia porque el niño no quería otra cosa que salir del carrito, andar, escalar por el cuerpo de mi amiga, tirarle del pelo... En fin, todas esas cosas propias de bebés. Encima, a media cerveza, decidió que era el momento de ensuciar el pañal de una forma bastante olorosa. Así que nos terminamos yo mi cerveza y ella su refresco y nos fuimos para casa. Allí le cambié enseguida. Patricia se hizo la valiente un ratito, a pesar de mis ruegos porque saliera de la habitación, pero finalmente sucumbio al asco, como todo hijo de vecino que no tenga nada que ver con bebés y se alejó todo lo que pudo.

A mí antes los pañaletes me daban un asco indescriptible y ahora estoy habituadísima. Que cosas tiene la vida. Patricia me ayudó luego con labores más gratas como el baño del niño y el juego de antes de dormir. Cuando se fue mi amiga el niño estába tan contento que me costó un mundo que se durmiera. Le encanta conocer gente nueva.

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