lunes, 10 de enero de 2011

De regreso a la guardería


Me echaba a temblar sólo de pensar en el primer día de cole de nuestro retoño. Cada vez que le daban vacaciones volvía con una mamitis y papitis tremenda. Además de con ganas de ensanchar pulmones. Encima, esta vez me tocaba llevarle a mi porque me había pedido el lunes también de vacaciones para descansar del fatigoso vuelo en avión y aprovechar para hacer cosas. Su padre es más duro para estas cosas. Le llevé resignada. Una vez allí repuso pañales en la estantería con su nombre y dejé sus cosas en su percha. Todo ello con el niño agarrado a mi como una lapa. Cuando llegó el momento intenté que fuera rápido, pero el chiquillo insistía en agarrarse a mi como si le fuera la vida en ello con lo que su profe tuvo que tirar de él y abrirle suavemente los deditos, mientras mi pequeñín se desgañitaba. Me fui de ahó con su llanto taladrándome los oídos. Después de un intenso día de no parar volví pronto a por mi pequeñín. Las profes me dijeron que había llorado un poquito, pero que por lo demás muy bien. Como siempre. Eso me tranquiliza.
Una pena que el día estuviera horriblemente encapotado. Después de estar casi todo el tiempo en la calle en Las Palmas, con el buen tiempo que allí hacía, el bebé se dió de bruces con el tiempo frío y lluvioso de Madrid. Así qie me lo tuve que llevar a casa para gran descocsuelo suyo. Menos mal que teníamos los juguetes que le trajeron los Reyes y se lo pasó muy bien de todas formas.

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