lunes, 28 de febrero de 2011

La tos otra vez

A raiz de un enfriamiento, mi pequeñín tiene una tos horrible. Cómo dicen que si es expectorante es productiva y on se le puede cortar, le aguanté cuatro o cinco días y después le llevé al pediatra desesperada. Las chicas de la guardería me habían dicho que el pobre no podía dormir la siesta. A eso había que sumarle que tampoco dormía por la noche, se pasaba las horas tosiendo y gimiendo, así que me quedaba a su ladito para darle agua con la rapidez del rayo o hacer lo que estuviera en mi mano para que estuviera más cómodo.

La habitación apestaba a cebolla (un remedio natural para mitigar la tos), le ponía el Vicks VapoRub en la planta de los pies, a pesar de que está contraindicado su uso en niños menores de dos años. Pero es que estaba desesperada. El niño no dormía y yo tampoco. Hubo una oche que no pegué ojo y me fui al trabajo arrastrándome.

Finalmente llevé a Daniel a la pediatra, que me recomendó que le diera unas gotas de Romilar durante la cena para que el pequeño pudiera descansar. "A veces es más productivo que duerma a que expulso los mocos y las flemas a través de la tos". Este medicamento también está contraindicado para menores de dos años, pero la médico me aseguró que la cantidad que le iba a dar era mínima y que no había ningún peligro.

Así que le suministré el medicamento y... efectivamente, el niño tosió mucho menos por la noche y pudo descansar. Ni qué decir que la madre también pudo cerrar el ojo tranquila. Estábamos los dos de mucho mejor humor. Ahora Daniel está mucho mejor. Tose menos, incluso por el día, que no le doy el Romilar. Puede que hoy no se lo dé tampoco para la noche. A ver cómo sigue.

domingo, 27 de febrero de 2011

En la bici con papá

Hace tiempo que pensaba que Raúl y Daniel necesitaban estar un tiempo juntos para relacionarse padre-hijo... Y dejarme a mi tiempo libre. Parece que mi marido ha encontrado un hobby que podría estrechar aún más sus lazos afectivos y que a mí me vendría de perlas para aprovechar algo de tiempo sin tener que correr detrás del enano.

Ahora le ha dado por la bici. Un deporte muy saludable y que acepta la compañía de bebés. El otro día, Raúl cogió a su hijo y, acompañado de mi cuñado Luis, se lo llevó al Parque Juan Carlos I. Una vez allí alquilaron las bicis, un servicio gratuito que tienen en ese parque, una de ellas con sillita de bebé incorporada y se lanzaron a recorrer los caminos.



Mi marido me aseguró que el pequeñajo estaba muy emocionado al principio, pero que luego se limitaba a mirar el paisaje con toda tranquilidad. Yo no estuve, porque estaba trabajando (a pesar de ser fin de semana), pero por lo que me contaron se lo pasaron muy bien los tres y parecen dispuestos a repetirlo. La verdad es que me dio un poco de pena no acompañarles, aunque a mi la bici se me da fatal. Raúl asegura que se piensa comprar una sillita de bebé que se pueda acoplar a su bici para llevarse al niño a dar un paseo de vez en cuando. A mi me parece una idea magnífica. Me encanta estar con mi chiquitín, pero hay tantas cosas que tengo que hacer y es tan difícil hacerlas con él por en medio... Ojalá las cosas fueran más fáciles y pudiera dedicarle más tiempo a Daniel.

viernes, 25 de febrero de 2011

Tantas cosas a tener en cuenta...

Cuando hablo con otras madres me doy cuenta de que ellas llevan todos los aspectos que afectan a sus hijos al milímetro. Cada diente que les sale, el peso, la medida, cada granito en la piel... ¡Cómo lo hacen! Si yo a veces no me acuerdo ni de los meses exactos que tiene mi niño.

Cuando sale un tema de esos me echo a temblar porque sé que me van a mirar de esa manera tan peculiar que quiere decir: "¡Vaya desastre de madre!". Tampoco veo tan importante saber cuantos dientes tiene el niño. Pues ya le saldrán, como a todos lo niños. Y si algo va mal, seguro que es fácil de identificar. Porque yo le miro mucho, aunque no me fije en los detalles.

Cómo el niño está sanote, activo y sonriente, tampoco llevo al día lo que pesa y lo que mide. A simple vista está un poquito más alto que los niños de su edad y un poquito más delgado. No necesito que la báscula y el metro me diga lo que es obvio. Además, cada niño tiene su constitución y a las medias no hay que hacerles mucho caso. Está claro que los niños gruesos o de constitución delgada van a estar siempre fuera de esa media. También los hay altos y bajos. Yo soy más baja que la media española y nunca me he preocupado por eso.

Por supuesto, le llevo a todas las revisiones pediátricas, pero una vez me han dicho que todo está bien suelo olvidar el resto de los detalles unos días después. Por eso, cuando una madre me pregunta que cuanto pesa mi niño no sé que responderle. "Pues no sé" aseguro. "¡¿Cómo no lo vas a saber?!" suele ser la respuesta que me dan. "¿Cuanto pesó en la ultima revisión?" "No me acuerdoooooooo". No puedo tener tantas cosas en la cabeza. y el dato importante es que el chiquillo está bien. Aún así insisten "Venga, haz memoria" Ni que fuera algo tan importante. "Eeehhh...¿Diez kilos?" "¿Cómo va a pesar diez kilos si el mío pesa once y es más pequeño que el tuyo?" Si quieren decirme cuanto pesa el suyo, que me lo digan y ya está, que no me hagan el tercer grado. Pero no, ellas quieren comparar. Les encanta. "Pues entonces debe pesar once y medio" Y ahí ya se quedan medio contentas con la respuesta, pero con esa mirada en la cara de la que hablábamos antes y que me hace sentir un poco torpe. Si es que la final hay que estudiar para pasar esos exámenes orales que te hacen en el parque de vez en cuando.

miércoles, 23 de febrero de 2011

El ciervo diabólico

El otro día le regalé una pelota de Daniel a otro niño que se había enamorado de ella. Total, la compré en lo chinos por poco dinero. Así que me fui de nuevo a la tienda de chinoa a adquirir otra porque tampoco quería que el mío se quedara sin ninguna. Al entrar me indicaron que estaban al fondo del pasillo. Llegar hasta allí con el carrito iba a ser una aventura. Me adentré en el pasillo dispuesta a evitar que Daniel sobara el género más de la cuenta. Al llegar a mi objetivo me encontré a otra de`pendienta que me recriminó por entrar con el carrito. Y a mi que me cuenta. Si su compañero de la entrada me está viendo y no me dice nada yo no soy adivina. Y ya que estaba allí no iba a irme sin la pelota. La dependienta lo entendió a la perfección y me dejó rebuscar libremente en la cesta. No había ninguna igual que la que le había conmprado la otra vez, de Dora la Exploradora, pero Daniel no tuvo problema en arrimarse con carrito y todo y agarra las dos que más le gustaron. Y no pilló otra porque no tenía más manos.Para lo que cuestan decidí comprarle las dos. para una cosa que había elegido él. Una era de Toy Story y la otra azul con bultos. ¡Ala! a pagar. De vuelta, mientras atravesávamos el pasillo, daniel se agarró a un ciervo de plástico horroroso, con ojos rojos diabólicos. Yo no tenía ningún prtoblema en comprarle también un animalito, pero ese era muy feo. Intenté intercambiarlo por una lobo más bonito, pero el niño dijo que para mi. En tonces le ofrecí un perro, un águila, incluso un cocodrilo..., pero él seguí en sus trece. Bien agarrado a su ciervo de maléficos ojos. No me quedó más remeido que comprarle el ciervo.

Nada más llegar a casa lo soltó y no le ha vuelto a hacer caso. Ahí está. Mirándome con sus ojos rojos desde la estantería. A Raúl no le parece tan feo, pero a mí me da un mal rollo...

La edad del pavo del bebé


En las revistas y libros especializados le llaman los terribles dos años. Yo digo que a mi hijo se le ha subido el pavo. Lo malo es que todavía no ha cumplido los dos años. De hecho ni siquiera año y medio. Y ya tenemos una pelea generacional de caballo. Ha llegado el momento de hacer tripas corazón y ponerse dura. A veces cuesta, pero otras veces, se te sube tanto a las barbas, que es facilísimo quedarte inamovible en tu posición.

Ahora, por menos de nada, ya tenemos montada una perreta monumental. Normalmente le dejo desgañitarse despues de haberme cerciorado de que tiene algo blandito debajo de su cabeza para evitar cocazos que redoblen sus gritos. Pero, cuando el momento de ira acontece en público tienes que, por lo menos, fingir, que te interesas por el bien del niño, aunque tu ya sabes perfectamente que lo que tiene es tontitis aguda. Así que empiezo "Cariño, ¿qué te pasa?, ¿te has hecho pupita?, ¿te has dado con algo?". Y Daniel cada vez sube más el volumen de sus lloros. Hasta que me harto y lo meto como puedo en el carrrito. Ahí, como va atado en una superficie blanda, no se puede hacer daño a si mismo. Normalmente deja de llorar en cuanto empiezo a empujar.

Habrá que armarse de paciencia para superar esta nueva etapa. Espero no hacer de Daniel un auténtico tiranito.

martes, 22 de febrero de 2011

Papá y las construcciones

Raúl mucho habla de mí, pero él también ha caído en la tentación. Un día me sacó a colación el tema de los legos, los juegos de contrucción, que si eran estupendos para el niño... ¡Vamos! Que le quería comprar uno que había visto al niño. Sin ser su cumpleaños, ni ninguna ocasión especial.

¿Sabéis las veces que me ha discutido mi manía por comprarle ropa y juguetes a Daniel sin ton ni son? Infinitas. Ya compro las cosas con miedo por la cara que me va va poner. Aunque al final cede porque lo que le compro siempre es útil.


El caso es que llegó el día en el que al papá vino a casa con dos cajas de construcciones: La casa de Nody y otra de animalitos. Vino feliz con dos paquetes para su hijito, que estaba malito. Para mi fue una alegría porque el niño lleva mucho tiempo encerrado en casa y una novedad no le iba a venir mal.


Primero le dimos La casa de Nody para que lo abriera. ¡Le encantó! Y al padre más. Estuvieron jugando con las piezas un buren rato antes de abrir el siguiente paquete.




La verdad es que hacen unas cosas muy chulas para niños. Por supuesto, yo me empeñé en que Raúl construyera la casa y Daniel en destruirla. Tuve que entretenerlo con otra casa para que el padre pudiera terminar la construcción. Cuando la tuvo lista nos llamó. Y el pequeñajo tardó un milisegundo en llevarse por delante media casa gorjeando emocionado.




lunes, 21 de febrero de 2011

¿Terrores nocturnos o perreta monumental?

Ultimamente, Daniel se despierta por las noches con unos gritos horrorosos. Cómo si le estuvieran matando. Si le coges para intentar calmarlo te pega patadas y manotazos sin dejar de chillar. Señala con su dedito hacia algún lugar impreciso y llora, llora y llora como si le fuera la vida en ello. Así está un buen rato. No quiere el chupete, ni el biberón, ni mimos.
He llegado a pensar que se trata de los famosos terrores nocturnos de los bebés y niños de corta edad. Esos que se supone que no son preocupantes, pero que te amargan la existencia porque ves a tu pequeño sufrir y tú no puedes hacer nada para remediarlo. Pero Raúl me ha sacado de mi error "Esto son perretas monumentales". Su teoría es que, cómo lleva sin ir a la guardería ni al parque mucho días, porque está resfriado, no se cansa lo suficiente, con lo que se despierta en la mitad de la noche totalmente desvelado y chilla para que le llevemos al salón a jugar.
Una amiga me ha comentado que podrían ser los dientes. Por lo visto les duele muchísimo. Cómo si fueran pinchazos. El dolor les despierta de repente y de muy mal humor. El caso es que nunca lo sabremos, porque a este enanito no le da la gana de aprender a hablar. Me queda el consuelo de que al rato se queda de nuevo dormidito. Cómo si no hubiera pasado nada.

sábado, 19 de febrero de 2011

Extraña mamitis


Es curioso cómo a este niño le afecta una extraña mamitis. Cuando está con su tíos o abuelas suele agarrarse a mi o a Raúl como una lapa, pero en el parque se va con cualquiera. Ahora se acerca a Silvia (la mamá de Hugo) para que le mime o se abraza a un total desconocido, normalmente hombres o chicas muy guapas. Por un lado, pienso que debe de echar de menos a su padre en las ocasiones en las que se tira en los brazos de los papas del parque. Y por otro lado, que es un listo y se las busca guapas para que le hagan caso.

Todavía recuerdo el día de verano en el que salió disparado de la piscina de bebés para dedicarle sus mejores sonrisas a una socorrista rubia y despampanante. Fue la primera vez que me soprendió con su vena "ligona". Este niño es un listo.

viernes, 18 de febrero de 2011

Empapados

Ultimamente le ha dado a Daniel por encharcarme el baño. Cómo le gusta chapotear al condenado. Y no se contenta con eso. Muchas veces tira la esponja cuajadita de agua fuera de la bañera. Normalmente le hago un tapón digno de la NBA, pero a veces logra esquivarme. Una vez me dió en toda la cara con la esponja. Fue un shock.

También le gusta que le dé el teléfono de la ducha mientras sale agua. Lo agita alegremente y en cuanto me despisto lo saca de la bañera para regarme las baldosas.
Raúl dice que la culpa es mía por dejarle hacer y no reñirle, pero es que me paso todo el día riñéndole y me gusta que el baño sea un momento de relax y diversión para el pequeñajo. Aunque luego tenga que pasar la fregona.

Carritos para empujar o arrastrar

 Cómo le gustan a mi niño las sillitas de juguete. Se las robaba a las niñas en los parques para poder empujarlas a placer. Y no es al único al que le fascinan. Todos los bebés que conozco se mueren por empujarlas. Harta de tanta disputa y guerra decidí comprarle una. En los chinos estaban baratas y eran seguras. La de Daniel viene con dos dispositivos para evitar un cierre por sorpresa y la consiguiente pillada de deditos. A Raúl no pareció importarle, pero no le hizo gracia el color: por supuesto, rosa. Por lo visto en el Imaginarium las hay azules, pero cuestan el doble. Al niño le da igual el color. Y a los otros niños a los que se la hemos prestado también. Así que estoy encantada con el nuevo juguete.

Los padres en el parque fruñen el ceño de forma desaprobatoria. Incluso, uno de ellos se refirió a su mujer con un  "ni se te ocurra comprarle una al nuestro". Mientras tanto, el suyo, ya le había "pedido prestada" una sillita a otra niña, tan rosa o más que la de Daniel. Otra madre aseguraba en otro rincón del parque "Pues yo le pienso comprar una a mi niño, se ponga como se ponga mi marido".

Daniel se recorre todo el parque empujando su sillita por todas las imperfecciones, montañitas, agujeros y grietas que encuentra. Atropellando al que se le ponga por delante. Así de aventurero es mi niño. El otro día se montaron una carrera-lucha de carritos entre él y Luis que se asemejaba mucho a la escena de la carrera de cuádrigas de "Ben Hur". Hubo empujones, choques, adelantamientos indebidos y muchas muchas risas.

La nota mala la puso Daniel el día que se empeñó en subirse a la casita del puente con la sillita. Cómo en ese momento no había ningún niño yo, tonta de mí, se lo permití. Así que se recorrió el puente muy feliz empujando de su sillita. E incluso se tiró por el tobogán con el armatroste. Pero cuando quiso repetir ya se había llenado el lugar de niños y no le dejé porque podía hacer daño a alguno. ¡Vaya perreta se cogió! Los padres los miraban con pena y hasta se acercaron unas niñas para ver que le pasaba y defenderle de su malvada madre. Yo me armé de paciencia y seguí en mis trece. Finalmente lo agarré como pude y lo acerqué al carrito para enchufarle una suculenta galleta y la chupita. Menos mal que no falló el truco y se calmó.

Fiebre alta

¡Madre mía! más de cuarenta de fiebre cuando se ha levantado de la siesta. Sólo gemía y se arrimaba a mí. Muerta de preocupación le puse el termómetro digital y enseguida pitó mostrando un 40,2 en su pantalla. Agobiada le quité ropa y le refresqué con una toallita. Corrí a darle el apiretal.

Le medía la temperatura cada diez minutos o menos, mientras mi niño seguía sin reaccionar. Más de media hora después le había bajado a 38,8. Menos mal. A punto estuve de darle un baño, pero tenía que llevarlo al médico en un rato y no quería que empeorase al salir recién bañado.

Vestí al bebé, le metí en el carrito y le saqué de casa con un poco de antelación para que le diera un poco el aire. Cuando llegamos a la cosulta de la pediatra ya se le había bajado a 36. Menos mal.

La médico me dijo que tenía un virus respiratorio que tenían tooodos los niños de guardería ultimamente. Siempre me dice la misma coletilla: "Todos los niños de guardería están igual". Me mando apiretal y Dalcy, como siempre, y me mandó a casa.

El niño estaba otra vez hecho un atleta. Jugaba, corría y reía de nuevo. Al día siguiente pasó lo mismo. Bien todo el día, con algún pico de fiebre, y después de la siesta se despertó ardiendo. De nuevo a desnudarlo y medirle la fiebre cada poco. Mi niño, pobrecito. Lo bueno es que, aparte de los momentos de fiebre tan intensos después de la siesta, no pierde la alegría y las ganas de jugar.

jueves, 17 de febrero de 2011

Desvelado

"Tunga, tunga", "¿Ung?" "¿Unnn?" Y así desde las 12 de la noche hasta las cuatro de la madrugada con mayor o menor intensidad. Nuestro pequeñín se había desvelado. Y lo que es peor. Como ahora duerme, temporalmente, en nuestra habitación no hay manera de ignorarlo. Raúl y yo nos mirábamos impotentes mientras Daniel hablaba consigo mismo. Le dí agua hasta que me la apartó de un manotazo. Le di el biberón calentito, pero ni así le entró el sueño. Le acuné un buen rato y tampoco se durmió. No estaba inquieto, ni se quería poner de pié. Simplemente, hablaba y hablaba. Le llené la cuna de peluches a ver si se entretenía y se callaba. Le oíamos trastear, pero también seguía con su monólogo.

A las cuatro se durmió por fin. A las cinco me sonó el despertador y a las seis, según Raúl, el pequeñín se puso a gemir. Ya era raro el tema. Hoy nos han llamado de la guardería porque tiene fiebre. ¿Estaría delirando anoche?

miércoles, 16 de febrero de 2011

En casa de Ana

Cuando fui a buscar al niño a la guardería me dijeron que tenía más de 38 de fiebre, pero que le había subido justo en ese momento de forma inexplicable. Mi único pensamiento fue que tenía que llevar a Daniel a casa lo más rápido posible para darle el apiretal. Nada más sacarlo a la calle le bajaron los grados con una rapidez pasmosa. La amiga con la que iba me sugirió que subiera a su casa un rato. "En tu casa te va a dar la tabarra toda la tarde y en la mía se lo va a pasar bomba porque los juguetes de mis hijos son nuevos para él". Al principio no me gustó la idea. Si el niño se encontraba mal era preferible levarlo a casa. Pero finalmente me convenció. Si veía que el bebé no estaba a gusto siempre podía irme. Y además, ella también tenía apiretal.

Así que subía a su casa. A Daniel le encantó la idea porque todos los juguetes eran nuevos para él. Ana, mi amiga, le enseñó el mundo de la plastilina. Y le encantó. Hubieron muchas peleas. Con tres niños es lo normal. Hubo un momento en el que Daniel enfiló a el hijo pequeño de Ana, que tiene unos meses menos que él, porque yo le había hecho alguna gracia, y le arañó la cara con alevosía. Pero fuera de ese incidente creo que se lo pasó genial. Cuando llegó a a casa estaba como una rosa.

Durmió fatal. me dió una noche de pesadilla. Cómo se levantó sin fiebre le llevamos a la guardería. De todas formas le dije a Raúl que le diera apiretal por si acaso. Efectivamente, a las once de la mañana ya me estaban llamando al trabajo para que fuera a por él porque le había subido la  fiebre. Esperemos que se ponga bueno pronto.

martes, 15 de febrero de 2011

La pandilla pañal

Daniel se ha formado una pandilla en el parque. Son los habituales. De hecho, alguna vez nos hemos encontrado solos en el parque porque hacía demasiado frío y las otras madres se habían acobardado. En mi opinión, se abriga mucho al niño y... ¡Ala! a correr. También tiene que acostumbrarse a salir de casa en invierno.
El caso es que Daniel tiene sobre todo dos "amiguitos" con los que más para: Luis y Hugo. Los dos son mayores de que él, Luis en un año y Hugo en un mes, pero Daniel nunca se ha achantado por eso. Son sus "amigos" entre comillas porque así lo hemos decidido sus madres. Él no ha tenido ni voz ni voto en este asunto.

En realidad, creo que es demasiado pequeño para tener amigos. Ahora mismo debe vivir en una enorme burbuja de "Yo, Yo, Yooooooooooo... ¿quien es este insecto que se cruza en mi camino? Mamá esclava apártalo" o algo así. Espero que de mayor le caígan bien estos niños. Hasta entonces no parece tener mucho criterio para las amistades.

Se lo pasa bien jugando con estos pequeñajos, quitándole la pelota a Hugo y tirándole al suelo de un empujón, persiguiendo a Luis por todo el parque disputándole cualquier juguete que se encuentren... Se han convertido en algo así como la pandilla pañal. Pero en realidad, Daniel tiene una preferencia que no engloba a ninguno de los dos. Se llama María y tiene cinco años. Es tan bruta como él y se lo pasan bomba empujándose, persiguiéndose, saltando, etc. También le cae muy bien Irene, de cuatro, aunque, cómo es más tranquila, no le divierte tanto. Le cae mejor que Yago, su hermanito, unos meses mayor que él. Con el que se pelea en el arenero por tener la misma pala o el mismo cubito.

Si es que, este niño ya tiene un amplio círculo social. Y sólo tiene un año y medio.

lunes, 14 de febrero de 2011

Durmiendo con papá y mamá

Cómo estamos haciendo obra en la pared que une la habitación del niño con el cuarto de invitados, Daniel se ha venido a dormir con nosotros por un tiempo, que esperemos que sea más corto que largo.

Tener al bebé durmiendo en la misma habitación que nosotros causa unos cuantos problemas. El primero y más importante es que puede llegar a acostumbrarse y después nos va a costar un mundo que vuelva a su cuarto. El segundo y menos importante es la incomodidad que ello representa. Una madrugada tuve que correr a la cocina y cerrar la puerta para poder dar rienda suelta a un ataque de tos inoportuno que hubiera despertado a Daniel.

Nuestra habitación no tiene puerta así que, cuando me levanto para irme a trabajar, tengo que tener muchísimo cuidado para no hacer ruido. ¡Incluso me voy sin desayunar! Una noche me sorprendió el vecino poniéndome los zapatos sentada en la escalera. Esto no es vida. Que ganas tengo de que todo vuelva a la normalidad.

domingo, 13 de febrero de 2011

Buen tiempo, mucho niño, demasiados juguetes... un enfrentamiento por minuto

Cómo hace unos días estupendos tenemos masificación infantil en el parque. Recuerdo con nostalgia los días en los que éramos cuatro gatos. Hacía frío y a veces hasta vientos, pero había menos enfrentamientos. Ahora no hago nada más que correr detrás de Daniel para evitar peleas. Todos los niños quieren el mismo juguete del arenero. Ya puedes venir cargada de coches, barcos, palas, cubos... Da igual. Al final todos van a ir a por la cuchara verde y rosa, por poner un ejemplo. Y ya tenemos los lloros garantizados. A eso hay que sumarle que Daniel fija como objetivo el juguete más grande que encuentra, por ejemplo una bicicleta, y no para hasta que le subo en su objeto de deseo. Así que tengo que pedir permiso a los padres, que, afortunadamente siempre me dan. Menos mal que son simpáticos.

La verdad es que, con estas temperaturas, los niños aprovechan y se traen al parque las bicis y las motos que les trajeron los reyes. Y a Danielillo se le salen los ojos. Lo cierto es que el pequeño tiene una moto propia, pero su padre no me dejó ponersela para reyes porque decía que era inapropoada para su edad y, además, se empeñaba en asegurar que yo me había pasado tres pueblos con los regalos.

Parece que Daniel se está acostumbrando a la nueva situación y ahora se lo pasa bien aunque tenga que esperar para tirarse del tobogán. Lo cierto es que tengo que agarrarlo con fuerza mientras el se impulsa coomo puede hacia la bajante sin importarle si hay otro niño o no. Pero al menos ya no grita como un loco como al principio. El caso es que se lo pasa bien con tanta gente y tanto juguete. Eso es lo que importa.

sábado, 12 de febrero de 2011

Cuidado con lo que dices

Voy a tener que empezar a cuidar mis palabras delante del niño. Ahora no habla. Sólo emite sonidos extraños que tienen un relativo parecido al idioma japonés. Pero llegará el momento en el que lo repita todo como un loro. Y ahi tendremos el peligro. Sobre todo cuando Raúl llegue a casa y su dulce retoño le suelte que mamá lleva todo el día diciendo que le va a matar. A ver cómo le explicas que te has puesto como una loca porque no encontrabas el verdugo del niño y, que si no lo había movido yo, entonces tenía que haber sido él, por lo que es lógico que oriente mis iras hacia él en ese momento en concreto, pero que ya se había pasado el ataque de ira y que ahora estaba estupendamente y ya no albergaba instintos asesinos hacia sus personas. Sería una situación complicada cuanto menos.

Lo bueno es que soy una persona que se lo cuenta todo a su marido. Aunque a veces tarde un poco más. Como cuando le compré la moto correpasillos al niño meses antes de que la pudiera usar. Me costó un poco confesarlo, pero al final se lo dije. reaccionó como era de esperar. Crítica y desaprobación. No me entiende en absoluto.

Espero que mi hijo no llegue a convertir un comentario inocente en una guerra nunca, aunque lo veo muy probable. Siempre queda soltar "¿Dónde habrá oído eso el niño?" A ver si cuela.


viernes, 11 de febrero de 2011

Daniel, oso amoroso

Vaya abrazos y besos que da mi niño. No todo son arañazos, tortas, mordiscos y tirones de pelos. A veces creo, que las garesiones también las realiza como muestras de cariño. El otro día se acercó sonriendo a su amiguito Luis y le dió una torta estupenda en el hombro. A lo mejor lo estaba saludando, pero a Luis no le hizo ninguna gracia y puso pies en polvorosa. Por si acaso venía otra.

El caso es que hay días que el niño se encuentra más mimoso y se agarra a tí con una fuerza descomunal. En ocasiones que me recibe en la guardería con besos babosos, que me encantan. En el parque sus amiguitas de cinco años le abrazan y él les devuelve el gesto cariñoso. Sobre todo Irene, que es una niña muy cariñosa. A mí se me cae la baba cuando hace esas cosas.

Un día, en el parque, le estaba regañando porque se había peleado con otro bebé cuando, de repente, hechó a correr hacia su amiguita María, de cinco años, que se estaba columpiando en ese momento. La chiquilla paró de columpiarse y se encontró con Daniel agarrado a sus piernas y berreando. "¿Qué quiere, que le deje el columpio?" me preguntó, pero yo no supe cotestarle. Se bajó del asiento para dejar espacio al bebé, pero Daniel no se subió sino que le dió un abazo y se quedó muy contento. "¿Por qué me abraza?" exclamó sorprendida María. "Porque eres su amiga supongo" sugerí yo. Qué listo el niño. Se escapa de mí porque le estaba regañando en busca del cariño de su amiga.

Otro día, se encontró con su amiguito Álvaro, que aún no ha cumplido el año, y se lo pasó bomba dándole besitos. Cómo sonreían los dos.

Más besos y más abrazos quiero yo. Y menos agresiones infantiles, que este niño es muy brutito.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Día horribilis en el parque

Normalmente voy contenta al parque. Es menos cansado que lidiar con Daniel en casa, pero ayer fue un día horrible. Para los dos. Cómo hacía buen tiempo los padres aprovecharon para bajar a sus hijos al parque y éstos, a su vez, aprovecharon para bajar sus juguetes. Habían mucho juguetes, pero, como siempre, todos los bebés querían el mismo juguete, así que me dediqué a alejar a Daniel de juguetes de otros y de pullas. El pobre se pasó toda la tarde llorando por una cosa u otra, así que he decidido cambiar de táctica. A ver si Danielillo se lo puede pasar mejor en el parque mañana. Creo que me cargaré con su carrito y pediré pretadas bicis, motos, cubitos y lo que haga falta para que mi niño disfrute de su tarde.

La verdad es que lidiar con esta situación me agota. A ver que pasa mañana.

martes, 8 de febrero de 2011

¿Diestro o zurdo?

El otro día me hizo notar la bisabuela Paca que el niño estaba cogiendo la cuchara con la mano izquierda. ¡Ay madre! Ya me veo como cliente asidua de "El rincón del zurdo". Que no cunda el pánico. La vida del zurdo es relativamente difícil porque se tiene que enfrentar a un mundo de diestros. Si tuviera que usar todos los acharros con mi mano izquierda o estuvieran los mangos en el lugar equivocado, las sillas con mesita incluída fueran lo más incómodo de la tierra... sería mucho más torpe de lo que soy ahora. No me lo quiero ni imaginar. Quiero decir que todo se fabrica para diestros y los pobres zurdos está un poco marginados.

Sin perder tiempo le quité la cuchara de la mano al niño y se la puse en la derecha. La manejaba igual de mal. ¿Será ambidiestro?


A lo mejor todavía no se ha decidido por una mano en concreto. Me dijo la bisabuela del pequeño que intentara darle las cosas en la mano derecha todo el tiempo, pero a mi se me olvida la mitad de las veces. Como yo sí se las doy con la derecha muchas veces se lo dejo en el lado izquierdo por no estar cruzando el brazo. Es algo inconsciente. El caso es que haga lo que haga, al final el niño usará la mano que le dé la gana, porque tiene un caracter endiablado y no va a dejar que yo le influya. ¿A qué edad empezará a definirse esa condición? Ni idea.

lunes, 7 de febrero de 2011

Enganchado a la trona

Daniel ha cogido la manía de engancharse a la trona y berrear a todo trapo para que le suba a ella. Al principio pensaba que quería cenar o comer, así que le bañaba a todo trapo para tenerle engullendo al poco tiempo. Pero me di cuenta de que no relacionaba la trona con la comida. Sino con la televisión. Lo que quiere el muy tuno es que le encienda la caja tonta. Y más concretamente, que le enchufe a los cantajuegos. Unos videos que le hipnotizan, pero que empiezan a ser una tortura para mí.

Lo malo es que he probado con mil cosas y nada es tan efectivo: "Dora, la exploradora", "Chuggitown", "Ya llega Nody"... Lo único que le llama más la atención es "El jardín secreto", que es la serie infantil más rollo que conozco. Supera incluso a los "Teletubbies". Pero si es lo que a él le gusta... ¡Adelante! Nos tragaremos algún episodio.

Lo malo es que sólo se entretiene de verdad con los cantajuegos. Con el resto de series requiere constantemente tu atención. Y no me deja hacer absolutamente nada. Así que acabo claudicando y escuchando de nuevo las mismas canciones infantiles una y otra vez.

Su padre se ha tomado como un reto la difícil misión de encontrar otros vídeos que le absorban tanto como este grupo musical. ¡Hasta se come la fruta cuando los ve bailar! Todo un milagro.
Lo malo es que se está volviendo muy teleadicto y, ultimamente, cada vez que entra en el salón va directo a la tronita. Así que hago todo lo posible por sacarlo al parque o llamar su atención con juguetes y libros para bebés. Espero que pierda su interés por la tele a medida que se haga mayor y se entere mejor de las amplias posibilidades que le ofrecen sus juguetes. Más allá de objetos para lanzar, golpear y rechupetear.

domingo, 6 de febrero de 2011

Misi, la almohadita



Pobre Misi, lo que tiene que aguantar desde que Daniel aprendió a caminar. Fantasma es más listo y huye despavorido a esconderse en cuanto ve al enano entrar por la puerta. Pero ella de debe tener el instinto maternal más desarrollado y se deja hacer un rato antes de decidir que eso no hay quin lo aguante.

Cuando Daniel llegó de las Palmas, acostumbrado a los perros, no dejaba de torturarla. ¡Incluso le arrancó un mechón de pelo! Me costó mucho que suavizara sus modales. A veces en vez de acariciarla le pega mamporrazos con la palma de la mano. Daniel sonríe y la gata me mira con cara de pocos amigos. "apa, apa" le dice. Que en el idioma adulto es "guapa". Lo sé porque es lo que le repito yo mientras acaricio a la gata. Eso y "suave, suave...¡Suaveeeeeeeeeeeeee!".

Espero que Misi no se rebele y la meta la zarpa a Daniel. Aunque no digo que no se lo esté ganando a pulso. por ahora la gata aguanta con la mayor de las paciencias. A ver si aprende de su compañero Fantasma y corre a esconderse la próxima vez que vea a Daniel entrar por la puerta.

Daniel y Pepe se vuelven a encontrar

Cómo son las cosas. Al día siguiente del altercado Daniel y yo volvimos al parque. Fuimos los úniocos que levamos juguetes así que los tiramos en la arena para uso y disfrute de todos los niños. Cuando levanté la vista vi a Pepe. Sin sus esbirros y sin juguetes. Le saludé alegremente como a todos, porque a lo niños tan pequeños no hay que guardarles rencor. "Hola. Soy Pepe", me soltó "el niño más mayor del parque". Siempre con la misma cantinela. Se acercó muy humildemente y cogió un juguete a ver que pasaba. No pasó nada, porque Daniel estaba con otro tema y yo no se lo iba a quitar, desde luego. Animado cogió otro juguetes. Un coche de bomberos.

De repente veo que Luis se acerca a él a toda velocidad con una sonrisa de oreja a oreja y le quita el coche con decisión. "Es de Daniel", chilló el pequeño. y se dirigió a toda velocidad al otro lado del parque dejando a Pepe con la palabra en la boca. "Lo tenía yo..." estaba diciendo el pobre.

Yo le sonreí como a todos los demás. Para indicarle que no pasaba nada, que cogiera otro, pero él soltó el otro juguete que tenía en la mano y se fue furibundo.

Al rato se me acercó la madre de Luis con una sonrisa de oreja a oreja. "La venganza es un plato que se sirve frío ¿eh?" le dije. "Sí" me contestó ella riéndose.

sábado, 5 de febrero de 2011

El astronauta

El otro día salí de mi casa con tiempo de sobra para ir a la guardería porque tenía que mandarles una carta a mia abuelos y pensé que en Correos habría mucha gente, pero al final terminé bastante rápido así que me dió tiempo a pasarme por Prenatal, que ahora está de rebajas.

Nada más entrar lo vi. Era un conjunto plasticoso tipo Michelín de abrigo con capucha de quita y pon, pantalones y guantes. Todo por 14,18 euros. ¡Tirado! Qué pena que el color fuera un poco, demasiado, chillón.

Lo bien que se iba a revolcar mi niño en la arena húmeda con esos pantalones. Adios a los resfriados.

Sin pensármelo dos veces los compré y me dirígí a la guardería decidida a ponérselos ese mismo día. Allí mismo le cambié los
pantalones. Causó sensación. Sus cuidadoras dijeron que estaba guapísimo. Después en el parque tuve opiniones para todos los gustos. Algunos pensaban que era un conjunto perfecto para la arena y que el niño iba muy bien equipado, otros que no parecía que abrigase mucho, otros que, desde luego, no se me iba a perder con ese colorado tan vivo... En lo que más se coincidió fue en que parecía un astronauta con tanto michelín. Yo, desde luego, opino que está guapísimo. Como siempre.

jueves, 3 de febrero de 2011

¡Castigado!


Mi niño me toma el pelo. Hace travesuras y luego no hay manera de hacerle entender que esa conducta es inapropiada. Si me pongo seria  ni se entera. Si le grito me mira como si estuviera loca, si le doy una torta en el pañal o en la mano se ríe y luego quiere hacerme lo mismo a mí. Es desesperante. Menos mal que su padre ha dado con elsistema de castigo ideal para un niñoa tan activo. Lo siento en mis piernas la abrazo agarrándole los bracitos y lo inmovilizo explicándole por qué lo estoy castigando. El niño se debate y llora hasta que termino mi discurso y lo suelto. Al principio pensaba que era tan efectivo como los otros métodos que había probado, pero un día me hizo caso. Le dije que no tocara la tele, como insitió le castigué con el abrazo del oso. Le solté y volvió a por la tele. Le volví a inmobilizar, le expliqué de nuevo el motivo y cuando lo solté ya no se acercó más a la tele en toda la tarde. ¡Eureka! Lo habíamos conseguido. El niño ha entendido que cueando le castigamos de esa manera es porque está haciendo algo mal. Claro que no hay que abusar, porque si no el método se volvería poco efectivo, pero para las cosas graves se puede usar.

En el parque, la primera vez que inmobilicé a mi hijo, las otras madres se quedaron atónitas. No se esperaban que yo me sentara en medio del parque para abrazar a un niño histérico, pero es que le había pegado a otro niño y eso,  a mi entender, es grave. Alguna me pidió que lo soltara porque le daba pena, pero otras se solidarizaron conmigo y les explicaban a sus hijos que Daniel estaba castigado porque se había portado mal.

Vamos a ver si podemos educarle de una vez por todas, porque con la excusa de que es muy pequeño hace lo que le da la gana.

Pepe, el matón del parque

Los tópicos a veces se cumplen. En el parque intatil donde voy tenemos nuestro propio matón particular. Se llama Pepe y debe tener unos tres años. Hasta tiene esbirros bajo su mando. Como en las pelis. Lleva juguete guays y deja a sus sicarios al cargo mientras el juega. "¡Es de Pepe!" gritan si a algún niño se le ocurre tocar el juguete. El matón se pavonea a su vez de ser al mayor del parque (algo más que improbable) y es odiado por muchas madres cuyos hijos han sido humillados por este personajillo

Un día llegué al parque y había revuelo en el arenero. El tal Pepe y sus esbirros eran los dueños de todos los juguetes del área y se afnaban por dejarlo bien claro. Luis, un amiguito de Daniel de dos añitos los miraba con tristeza y luego miraba a su mamá, que realmente no podía hacer nada. "Vamos a legrarles el día" pensé yo. Ni corta ni perezosa desparramé los juguetes de Daniel y toda la chiquillería se trasladó de sección para poder jugar tranquilamente. Luis estaba encantado con la palita de Daniel.

Pero la hierba siempre crece más verde en el jardín del vecino, así que Daniel se dirigió como un rayo a la zona "Pepe" para coger los juguetes. El matón en persona lo atendió con modales bruscos. Le arrebataba los juguetes y le enseñaba dónde ponía su nombre al grito de "mío, mío". Daniel se reía y cogía otro juguete. Pero de repente dejó de hacerle gracia el juego y le metió un empujó a Pepe sin previo aviso. El niño se quedó sorprendido. ¡Cómo osaba ese enano meterse con él! Y ahí estaba Daniel que sin pestañear se preparaba para asestar otro empujón. Como yo no quería que llegara la sangre al río me dispuse a intervenir. Y con todo el cariño del mundo (porque las otras madres estaban disfrutando el momento y no se las veía muy predispuestas a dejar que yo riñera a Daniel por poner a Pepe en su lugar) le dije que eso no se hacía y me lo llevé a jugar a la casita. En el fondo de mi ser estaba orgullosísima por tener de hijo al único bebé que se había enfrentado a ese chiquillo. Pero por otro lado, mi yo responsable me decía que todo era una tontería. Cosas de críos.

Daniel aceptó de buen grado el cambio y se dedicó a recorrer el puente de un lado a otro sin dejar de sonreir. Ya se había olvidado de todo.

martes, 1 de febrero de 2011

El mordisco


Un día fui a recoger a mi hijo a la guardería y una de las profesoras se me acercó compungida, incluso antes de que Daniel viniera corriendo hacia mí. "Le han mordido" se lamentó enseñándome una marca roja en el brazo del niño. Mi reacción no se hizo esperar: "Ajajá, así pruebas de tu propia medicina pequeñajo. A ver si aprendes que duele cuando te.. ¡muerden!" exclamé triunfante mientras Danielito me devolvía la mirada con una sonrisa radiante y sin entender nada de lo que yo decía, pero como lo decía con alegría, pues él también estaba alegre. En cambio la profesora me miraba como si me hubiera vuelto loca.

Meditándo sobre el tema en la relativa paz de mi hogar llegué a la conclusión que no había encajado bien el tema. Había aflorado a la superficie todo mi rencor por las "palizas" que me da el enano. Y ¡no se le puede tener rencor a un bebé! Aunque se emocione golpeando a su mamá. Ya aprenderá que eso esta mal, ahora tiene muy pocas formas de comunicación y no creo que relacione que el mordisco que le pegaron a él le dolió tanto como me duele a mi cuando me hinca él el diente.

Hay que armarse de paciencia. Desde luego no aprendió la lección y tengo la marca de su dentadura en mi piel para demostrarlo.