miércoles, 30 de marzo de 2011

La moto

Daniel tiene un nuevo amor del que le cuesta separarse. Es roja, pita, tiene dos ruedas estupendas y le lleva rápidamente de un lado a otro del parque. Es su pequeña moto de plástico. ¡Cómo le gusta! Y no sólo la suya. En cuanto puede pide "prestada" la de los demás y se lanza a vertiginosas carreras contra reloj. Supongo que se ve en el deber de probar varios modelos para ver cual le gusta más.
Se la había comprado hace unos meses porque me había gusta una especialmente (por lo de la pita), pero aún era demasiado pequeño para llegar al suelo con sus piececitos. Hace poco vi que ya se pegaba muchos menos trompazos con las motos de sus amiguitos y decidí probar a sacarla del armario. En muy poco tiempo le cogió el tranquillo como si la hubiera estado conduciendo toda la vida y no tiene miedo a coger velocidad en las cuestas. Este hijo mío es un inconsciente.

En cuanto sale de clase en la guardería y ve su moto se le ilumina la cara. Me cuesta mucho convencerle de que no la va a montar hasta que lleguemos al parque. No me fío de su habilidad en una calle transitada por coches. Pero finalmente en el parque le doy casi carta blanca para que corra con ella de aquí para allá. hay que tener mucho cuidado para que no se salga de los límites seguros y para que no atropelle a nadie.

Hay que ver que control tiene ya este pequeñajo. Hablar no hablará, pero la psicomotricidad la tiene dominada. Aunque a veces su precipitación, incponsciencia y cabezonería le juegue malas pasadas.

martes, 29 de marzo de 2011

Higiene bucal

La higiene en los niños es muy importante. Lo que se haga con ellos de bebés va a influir mucho en sus costumbres cuando sean adultos. O eso me dijo una pediatra. Así que yo baño a mi niño todos los días religiosamente. Alguna vez se escapa de la bañera por razones extraordinarias, pero no es lo normal. Además, a él le gusta la hora del baño y encima le indica que después va la cena y finalmente la cunita. Los días que se queda sin baño cuesta más acostarle.

El caso es que en la última revisión pediátrica nos han dicho que ya podemos lavarle los dientes sólo con un cepillo humedecido. Aún es demasiado pequeño para la pasta de dientes, pero tiene que ir acostumbrándose al cepillado. La verdad es que no hemos tenido ningún problema en que se meta vigorosamente el cepillo en la bocas todas las noches antes de acostarse. El problema es que no entiende cuando se termina el juego. "Ya está" le decimos "Ya te los has cepillado", pero Daniel no suelta el cepillo ni a la de trés. A veces lo llevamos dormir con el cepillo bien agarrado en su manita.

Otro problemilla es que lo tenemos acostumbrado a que le damos el biberón justo antes de meterlo en la cuna, así que, en realidad, se lava los dientes después de cenar y antes de tomarse el biberón, con lo que no hacemos nada. Pero si se los lava despues del biberón se anima y sólo quiere juerga. ¡Qué difícil solución! Nuestra esperanza es que se haga más formalito en unos meses, cuando empiece a lavarse los dientes de verdad, con pasta y todo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Cena en familia

Anoche hicimos una cena en familia Daniel, Raúl y yo. Se nos hizo un poco tarde con el niño y decidimos adelantar nuestra hora para coincidir con él. Asi que nos sentamos los tres alrededor de la mesa. Bueno, el bebé en su tronita y los adultos cada uno a un lado para ir atendiéndole por turnos sin dejar de engullir.
Decidimos no poner la tele para disfrutar más de aquel momento. La verdad es que para mi fue un poco locura. Los niños de estas edades son muy exigentes en cuanto a la atención sin entender que tú también tienes que comer para poder aguantarle el ritmo. A Daniel le encantó la experiencia. Se emocionó tanto que hasta se puso a tirar la comida al suelo alegremente. Una grata sorpresa para los gatos que no desaprovecharon tan golosa oportunidad. Y una regañina para el pequeñajo, que nos ignoró convenientemente.

Le pusimos lo mismo que comíamos nosotros en su platito, pero, como es normal prefería nuestra comida a la suya. Así que se estiraba todo lo que podía demandando lo que teníamos nosotros.Sobre todo nuestro vaso de agua. Era más divertido que él suyo con tapa adaptada para su comodidad. Supongo que con un vaso normal es más fácil ducharse entero. Aunque él es capaz de emapaparse incluso con el biberón.

Lo malo es que le gustó tanto cenar con papá y mamá que luego no se quería ir a la cuna. Nos costó un poco llevarle a dormir. Pero estaba tan cansado el pobre que acabó cayendo en lo brazos de Morfeo tras unos minutitos de llanto. Al final me fui a la cama más cansada que otros días y echando de menos mi ratito de tranquilidad junto a Raúl. Hoy haremos lo de siempre. Daremos de cenar primero al niño y después cenaremos nosotros tranquilamente mientras duerme. Me temo que todavía es pronto para disfrutar plenamente de cenas en familia.

Un culito al rojo vivo

Pobre Daniel. Llevaba un par de días con el estómago regulín. Y el viernes eso se tradujo en una pañalitis horrenda. Cómo tenía el culito mi niño. En carne viva. El sábado hasta le sangró un poco. Raúl y yo acordamos dejarle sin pañal un ratito para que le diera el aire a sus partes pudendas. Así que le pusimos unos calcetines altos para que no cogiera demasiado frío y lo dejamos trotar por la casa. Tenía un aspecto bastante ridículo, el pobre. Menos mal que no se dá cuenta. Y sí que le debía aliviar no tener el roce con el pañal.

Lo malo es que tuvimos que perseguirle fregona en mano para ir arreglando los desaguisados que montaba cada cierto tiempo. Los charcos de pises eran inevitables. Todavía es muy pequeño para avisarnos de que quiere ir al baño. Entonces había que fregar a conciencia y limpiar con toallitas al pequeñín.

No le solíamos tener así mucho más de media hora. Un ratito por la mañana y otro ratito por la tarde del sábado. Luego le poníamos de nuevo el pañal con una crema especial de Eryplast. Esta se llama Lutsine y al pequeñajo le va muy bien. Es una plasta muy espesa que casi hay que dar con pala. El pobre lloraba cada vez que le cambiábamos al pañal. Yo le distraía con canciones de cantajuegos, pero, aun así, debía dolerle mucho.

Menos mal que hoy lo tiene mucho mejor. Las llagas se han secado y ya no lo tiene tan rojo. Le he dicho a Raúl que les lleve la cremita a las chicas de la guardería para seguir con el tratamiento. A ver si dentro de un par de días vuelve a tener el culito lisito de siempre.

viernes, 25 de marzo de 2011

Daniel, el presumido


Hay que ver lo que le gusta a Daniel acicalarse con lo brutito que es. Este niño es capaz de revolcarse por el barro y poco después pasarse un cepillo por el pelo con gran esmero. Muchas veces se cuela en el baño para cogernos los peines y los cepillos a su padre y a mí y pasarselos por el pelo una y otra vez. Aunque lo raro es que acierte el lado correcto.

Un día me lo trajo mi suegra repeinado y atufando a colonia. "Ha sido él, me lo ha pedido" me soltó en cuanto vio mi cara. Daniel corrió hacia mí con una sonrisa radiante. Al final vamos a tener un bebé presumido entre manos, aunque bien que lo disimula en muchas ocasiones.

jueves, 24 de marzo de 2011

Raúl conciliador

Despues de la terrible faena que me hizo mi marido, había cierta tensión en el ambiente. Sobre todo por mi parte, que soy incapaz de comprender su "despiste". Al día siguiente, Raúl llegó a casa con bolsas de librerías y una gran sonrisa. Se había ido de compras para congraciarse conmigo. No se da cuenta que a mi me fastidia más que le reste importancia al incidente, que el propio incidente.

El caso es que sacó un paquetito y se lo tendió a nuestro hijo, que era el principal agraviado, aunque, por supuesto, no le guardaba ningún rencor a su padre porque ya no se acordaba de nada. Daniel estaba entretenido con otro juguete y no hizo ni caso del regalo. Así que se lo tuvo que abrir su padre. Una vez desenvuelto la cosa cambió y mi hijo corrió a ver de qué se trataba.

Era un libro que está causando furoro en las guarderías. El Pollo Pepe, que crece y crece sin parar Es muy gracioso. Se lo leímos un motón de veces y parecía que nunca se cansaba. Lo malo es que estiraba sus manitas para coger las figuras de papel hechas en relieve con muy poco cuidado y a mi me daba miedo que lo rompiera.

A mi me regalo un libro de Goya y un comic de 'Black sad', pero que conste que le perdoné porque quise, no por el soborno.

El día que casi mato a Raúl

Un día, llego a la guardería, inocente de mi, sin esperar por un segundo lo que iba a ocurrir. Entro en la clase de Daniel como siempre y allí estaba el pequeñajo aguardándome. "¡Ale! cariño, coge el abrigo que nos vamos", el enano se encaminó hacia su percha, como siempre, y echó mano de lo que había. Qué resultó ser solamente la chaqueta. Teniendo en cuenta el frío que hacía fuera me demoré bastante buscando su abrigo, pero no lo ví en ninguna percha. Es fácil de identificar porque tiene un color rojo que salta a la vista. Interrogué a las cuidadoras que también se volvieron locas buscándolo.

A todo esto, Daniel luchaba por abrir la puerta de la clase y salir por fin a la calle. En un momento dado lo consiguió y logró escapar junto con otro compañerito. Yo salí disparada detrás de ellos. Menos mal que no corren mucho y pude atraparles antes de que alcanzaran la puerta de la calle. Con los dos niños bien agarrados volví a la clase, donde las profesoras estaban al borde el infarto. Se habían dado cuenta de que les faltaba uno.

Cansada de la búsqueda me lié la manta a la cabeza, arropé como pude a Daniel con el saquito del carro, le puse el plástico protector, que él odia, y salí pitando hacia casa. El niño estuvo protestando y pegándose con el plástico todo el camino.

Nada más entrar en el portal me topé con la portera, una chica encantadora que me ayuda en lo que puede. Y que me informó que a ella no le sonaba nada que Daniel fuera con el abrigo puesto esa mañana. Imposible, pensé yo, con el frío que hace su padre no puede llevarle tan desabrigado. Nada más llegar a casa vi el abrigo en el suelo de la habitación. Ofuscada, incrédula y llena de ira marqué el número de Raúl en el móvil. Sólo hablé yo. Mas bien, sólo grité yo. Pero es que no me entraba en la cabeza por qué su padre había hecho tal barbaridad. ¡Exponer a Daniel a un resfriado de la manera más tonta! Me dijo que no lo encontraba. Vale que yo lo había dejado allí en vez de en su sitio habitual, pero será porque ni tiene otros tres abrigos en su armario. La pregunta es ¿por qué no cogió cualquier otro? Y la segunda pregunta es ¿Por qué no me lo dijo en algún momento del día para que yo pudiera llevárselo cuando lo recogiera de la guardería? Una llamada, un email, una frase corta en el messenger... Cualquier cosa hubiera bastado. Menos lo que hizo. Por supuesto, él no entendió mi monumental ataque de ira y lo achacó todo a un simple despiste. ¡Cómo me fastidia!

martes, 22 de marzo de 2011

El lenguaje

A este niño se le resiste el lenguaje. Y creo que es por que me ha salido un poco vago. Yo le hablo y le hablo intentando articular bien y él me reponde con "uuuh", "aaaaah", "¡Pa!". Y eso las veces que me responde. Muchas veces no me hace ni caso. No sé si será verdad lo que dicen algunos acerca de que no le hace falta hablar porque yo le doy enseguida lo que necesita o si es el resultado de que todos en su clase sean más pequeños que él, con lo que su avance es más lento.

Los otros niños de su edad ya articulan muchas palabras y, lo que es mejor, sabiendo lo que dicen. Yo no quiero que me suelte una parrafada, pero me vendría muy bien que me pidiera "agua", "chicha" o "bibe". O que me dijera si tiene "pupa". Sería una gran ayuda para descifrar algunas de sus perretas.

Seguro que un día se soltará y entonces desearé que se calle un poquito.

Una amiga de la oficina me contó una salida de su hijo con el lenguaje que me chocó mucho. Hay que tener en cuenta que su hijo tiene tres años. El doble que el mío. Un día estaban aprendiendo las letras, cuando, de repente llegaron a la "M". "Mira cariño", le dijo la madre "la M de mamá". "No mamá", le contestó el niño "es la M de Mc Donalds". Cómo han cambiado los tiempos. Seguro que cuando Daniel cumpla los tres años me dirá "M de móvil de última generación 4G con tecnología super amoled, pantalla táctil de 3,3, pulgadas..."

La revisión de los 18 meses

Otra vez le tocaba a Daniel pasar por las manos de la enfermera. Desde las fatídicas cuatro vacunas de los 15 meses le ha cogido algo de tirria a los médicos. Vaya memoria tienen estos niños.

Esta vez yo no podía llevarle a la consulta porque me tenía que ir a mi otro trabajo a entregar las páginas, así que se lo dejé encargado a mi marido.

Cuando llegué a casa de la oficina miré la hora y me dije a mi misma: "¡Qué demonios! a ver si encuentro a estos chicos de camino al metro". Di un rodeo para cruzarme en su camino y allí estaban corriendo a la consulta porque se les hacía tarde. No pensaba acompañarles, pero al final me vi dirigiendo mis pasos al centro de salud. Tenía tiempo de sobra para llegar a la redacción.

Nos tuvieron un buen rato esperando en la sala. Normalmente entraba bastante rápido, pero ese día la Ley de Murphy se puso en funcionamiento. Se me hacía tarde, pero una vez allí no me iba a ir.

Por fin nos atendió la enfermera. Daniel entró llorando como un desesperado porque quería una galleta y o se la queríamos dar en medio de la consulta. "Mal empezamos" aseguró riendo la enfermera. Le dimos uno de los juguetes de la consulta un pareció calmarse un poco. Miraba con desconfianza a la enfermera y cada vez que le medía pesaba o miraba algo se ponía a llorar y se agarraba a nosotros como si lo fueran a matar. No le quitaba ojo a la chica. Sabía lo que le esperaba. La enfermera nos dijo que medía 84 cntímetros (percentil 90) y que pesaba 11,3 kilos (percentil 50). La medida de la cabeza no la recuerdo, pero era normal. La pediatra nos confirmó que el niño estaba sano como una manzana. Y entonces llegó el pinchazo. Yo siempre lo paso muy mal con las vacunas. Menos mal que ya no le tocan hasta dentro de mucho tiempo.
Se agarró a mi llorando un ratito, pero enseguida se le pasó, como siempre. Salió de la cnsulta como alma que leva el diablo sin despedirse siquiera. la enfermera nos dió unas recomendaciones útiles, aunque a medida que crece el niño cada vez me parece más obvio lo que nos dice: darle una buena alimentación, vigilarle estrechamente para evitar accidentes, fomentar el aprendizaje del lenguaje leyéndole libros y hablándole mucho... vamos lo que solemos hacer. Y ya por fin hay que empezar a lavarle los dientes, aunque sólo con agua. Él ya tiene su cepillo desde hace un tiempo y le encanta imitarnos. Lo malo es que luego lo pasea por toda la casa y no hay quien se lo quite de las manos.

sábado, 19 de marzo de 2011

El día del padre

Yo no soy muy amiga de fiestas comerciales, pero desde que tengo al enano no me salto ni una. Algo realmente curioso. Intento no fomentar el consumismo haciendolo todo con el método casero-cutre-entrañable, pero caígo en la vorágine de los días especiales como el más pintado.

Ahora tocaba el día del Padre. Se acercaba peligrosamente y yo no tenía tiempo para idear nada. Desesperada, estuve a punto de darme un salto a un centro comercial y comprar lo primero que viera, pero me frené a tiempo. Lo importane es el detalle, me dije.

Así que se me ocurrió que lo más fácil y rápido de hacer sería un bonito marcapáginas casero. Imprimí unas fotos de Raúl con el niño y las pegué haciendo un collage en una tira de cartulina. Por el otro lado puse "Te quiero papá" con una letra que bien podría pasar por la de mi hijo, que ni siquiera sabe escribir. Tengo una letra horrorosa. Coloreé las letras y ya sólo quedaba el detalle personal de la huella de mi hijo.

No iba a comprar pintura para un par de huellas, así que me rompí la cabeza para idear cómo podía imprimir los digitales de mi retoño sin gastarme un duro. Estaba a punto de sacar el colorante alimentario de la alacena, cuando una amiga me dio una idea magnífica. Cuando éramos pequeñas pintábamos una goma con un bolígrafo y luego presionábamos con un dedo en la goma y posteriormente en un papel. así obteníamos una huella perfecta.

Lo malo es que se echaba el tiempo encima. Ese mismo día pensaba recoger al pequeñajo de la guardería, imprimir su huella e irnos a algún lado a que nos plastificaran la obra de arte. Después de llevarle un rato al parque, por supuesto. Hacía un día luminoso. Quería que Daniel le diera el regalo a su padre esa misma tarde, porque al día siguiente lo íbamos a llevar a casa de su abuela porque los dos progenitores nos teníamos que pasar el fin de semana trabajando como locos.

Pero todo salió mal. En la guardería me distraje con una madre y se me olvidó hacer lo de la huella, entonces pensé en hacerlo cuando el niño se cansara del parque y luego ir a plastificarlo, pero el padre llamó para reunirse con nosotros y ya me fue del todo imposible. Así que tuve que recurrir al viejo truco de "no mires hasta que te lo diga". Daniel cooperó de maravilla. Se dejó hacer mientras le sujetaba el dedito lleno de tinta y después se lo limpiaba con algodón y alcohol. Le dije que le llevara el marcapáginas a su papá y lo hizo a la perfección. A Raúl le gustó el detalle, aunque aun tengo que ir a plastificarlo.

jueves, 17 de marzo de 2011

Revolcandose por el estiercol

Un día que estaba excesivamente cansada llevé a Daniel al parque para que jugara y se cansara. Es notable la diferencia a la hora de dormir. Si no ha ido al parque cuesta más meterlo en la cuna. El caso es que ese día no estaba yo para muchas juergas. El niño se puso a correr de una lado a otro mientras yo hablaba con otra madre. No le perdía de vista, pero tampoco estaba pegada a él. De repente enfiló hacia una anorme montaña, de lo que me pareció a mi tierra mojada y que no estaba allí el día anterior. Se puso a jugar allí tan feliz. Estaba tan tranquilo que le dejé hacer. De repente se me acercó un padre a informarme de que mi hijo se estaba revolcando en caca de vaca tratada ocomo fertilizante. Asentí un momento y me dije a mi misma "Está tranquilo, no está haciendo el cafre, ni corriendo hacia la carretera... para que está la bañera y la lavadora. Luego le froto bien y listo". El estiercol no olía excesivamente mal, así que ¡Qué demonios! se lo estaba pasando pipa el enano.

El problema vino cuando el resto de los niños del parque quisieron imitar al mío. Se me acercaban y me preguntaban que era aquello. "caca de vaca", les contestaba yo. Y se metían de cabeza al grito de "¡Bieeeeeeeen!". Sus padres se oponían totalmente a que se sumergieran tan alegremente en estiercol, así que hubo lloros, pataletas, berreos... Todos querían disfrutar de la montaña como Daniel, pero se encontraban con una figura paterna que les chillaba frenetica que "ni se les ocurriera". Así que decidí sacar Daniel de allí para evitar conflictos. No es que los otros padres me dijeran nada, pero prefería no tentar a los otros niños. Le saqué a rastras, con una pataleta de muy señór mío. Menos mal que luego le enseñas otra cosa y se distrae. Le limpié a conciencia con las toallitas húmedas y le puse a jugar en el arenero con los juguetes. "Eres un niño afortunado" le dije "Al menos tú has estado un buen rato jugando en la montaña". Espero no estar siendo demasiado permisiva, pero es que en cuanto comprendió que no le dejaba jugar más con el estierco volvió a ser el mismo niño "cabra loca" de siempre y me tocó volver a correr.

La grúa y los policías

Estaba persiguiendo a Daniel para que no corriera del parque infantil a la carretera, cuando me di cuenta de que en la acera se estaba formando un grupito de bebés curiosos. Daniel también los vió y se dirigió a ellos con la misma despreocupación de siempre. En la calle se encontraba una flamante grúa, con sus luces brillantes y de colores, en plena faena. También contábamos con cuatro o cinco impresionantes policías con moto y todo. Qué niño se resiste a semejante espectáculo urbano. Los chiquitines no se perdieron detalle del proceso. Aunque Daniel no paraba en su sitio y tuve que perseguirle todo el rato para evitar que corriera hacia la carretera. Cuando la grúa se hubo ido con el coche, los policías se subieron a sus motos dejando cinco o seis boquitas abiertas de la emoción.

Eran muy simpáticos porque saludaban a los bebés y decían cosas amables. Uno de ellos hizo sonar la sirena para deleite de los pequeños y otro se arrancó en un alarde de generosidad y ofreció su moto a los niños. Uno no se lo pensó dos veces y corrió hacia los brazos del policía. Luis, que también estaba por allí, lo secundó. Cómo a Daniel le suele gustar montarse en todo, le acerqué a la moto, pero se agarró a mí como una lapa y no hubo manera de que se sentara en el sillín. "Es demasiado pequeño" comentó el policía "y un poco miedoso". Las madres nos miramos entre nosotras. "¡Qué poco le conoce!" pensé yo, "¿Miedo Daniel? Si es un inconsciente". Supongo que el sonido de la sirena de la moto le echó para atrás. Era muy ruidosa.

El caso es que tuvimos espectáculo callejero gratis. Los niños estaban encantados. Y las madres más. Esto ha sido mejor que aquella vez que operarios del ayuntamiento recogieron las hojas caídas del parque con sus máquinas de viento.

lunes, 14 de marzo de 2011

Espectáculos gratis para bebés

Para qué voy a pagar por una entrada a uno de esos espectáculos para bebés. Daniel ve actuaciones en vivo en directo la mayoría de los días que va al parque. Y le encantan.


Para que voy a llevar al pequeño a un teatro para bebés, si ya tenemos uno montado en el parque y con pequeños actores espontáneos. Sus amiguitos María, Francisco e Irene, entre cuatro y cinco años, siempre están haciendo reir a Daniel. Francisco con sus acrobacias, María con gracias de payaso de circo e Irene con sus juegos. Vaya carcajadas las de Daniel cada vez que María simula que se cae al suelo, o cuando Francisco camina sobre sus manos. Con Irene es un entretenimiento más tranquilo, pero también de calidad. Hacen pasteles en el arenero o van de la mano por la casita.

Si no son sus amigos, son los efectivos municipales que están recogiendo hojas con alucinantes máquinas de viento, o un coche de bomberos que pasa con la sirena a todo volumen, o policías montados en impresionantes motos. También tenemos juerga para rato si, de repente, llega un niño entusiasmado porque ha encontrado una mariquita o una arañita o cualquier bicho.

¡Qué bonito es ser bebé! Todo les llama la atención.

viernes, 11 de marzo de 2011

Una perreta sin saber el motivo

Ultimamente el peque me regala unas perretas gratuitas monumentales. Normalmente al despertarse de la siesta. Le oyes llorar, corres a atenderle y... ahí está, desgañitándose y pegando patadas y puñitos al aire. Da igual lo que le digas o lo que le dés. El sigue a lo suyo. La única opción es dejarlo en un lugar blandito para que no se haga daño. Hablarle suavemente y ofrecerle el chupete de vez en cuanto. Llega un momento que deja de rechazarlo con violencia y se lo mete en la boca por fin. Entonces parece que se tranquiliza un poco y, o se vuelve a dormir, o atiende a razones, a su nivel de bebé, claro. No se puede pedir peras al olmo.

Al principio estas perretas me traían por el  camino dela amargura. Me preocupaban muchísimo. Pero me he dado cuenta de que son ataques de pura rabia que nada tienen que ver con que se sienta mal o que le duela algo. Siguen preocupándome, pero intento llevar el tema de otra manera. Le hago caso y le hablo bajito para que se calme, pero no me vuelvo loca ofreciéndole todo lo que se me ocurre que pueda necesitar. Cuando se pone así se ciega y no quiere nada. Supongo que hay que dejar que se desahogue.

jueves, 10 de marzo de 2011

La brecha del otro Daniel

¡Qué susto! Jugando en el parque un amiguito de Daniel, que se llama Dani, se cayó y se hizo una brecha enorme sobre el ojo. La madre mantuvo la calma mientras a mi me invadía un ataque histérico. Llamó a su madre para que cuidara del hermano mayor de Dani, de unos cinco años, y se encaminó al centro de salud con un bebé berreante.

Yo la acompañé porque me pareció que no era momento para dejarla sola, así que cogía a Daniel, al que no le hizo ninguna gracia que le dejara sin parque, y la seguí calle abajo.

Una vez en el centro tocó seguir los trámites. Primero la cola de urgencias, luego a la enfermera para que valore el caso, después a la pediatra para que estime hacer lo que sea necesario, otra enfermera para que le haga la cura y le dé lo puntos falsos (una especia de tiritas) y listo. Teníamos un bebé más calmado y con un ojo hinchado. En todo el proceso le fui pasando juguetes de Daniel a Dani para que se sintiera mejor. Al principio Daniel iba y se los quitaba en un repentino ataque de celos, pero finalmente consintió tras mucho insistirle y le dejó una pelota.

Cuando ya íbamos a irnos al pobre Dani se le cayeron los puntos falsos, supongo que con el sudor que le produjo el trajín no pegaron bien, así que su mamá lo volvió a meter en la consulta de la enfermera. Ahí yo me despedí ya para irme a casa con Daniel, que se estaba poniendo un poco nerviosito.

Al día siguiente, perogunté por Dani en la guardería y al pobre se le habían vuelto a caer los puntos, pero tenía la herida con mejor pinta. Cuando su madre lo vio decidió llevárse directamente al hospital a ver que podían hacer por él. Con lo inquietos que son estos bebés es imposible que la tirita se quede en su lugar por mucho tiempo.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Papá baña a Daniel

Raúl se ha tomado en serio lo de pasar más tiempo con su hijo. Ya lleva dos noches que me asegura que lo baña él y a mi me manda a hacer otras cosas, como la cena.

Mi marido ha bañado a Daniel muchas veces, pero hacía un tiempo que llegaba muy tarde de trabajar y le era imposible. A estas edades cualquier lapso de tiempo es muy grande y yo creo que no se esperaba las novedades con las que se iba a encontrar.

La principal es que este lagartijilla no para ni en la bañera, con lo que hay que tener muchísimo cuidado para que no se caiga y se dé un mal golpe. Tampoco se deja enjabonar con tranquilidad, y, lo peor de todo, es que le ha dado por chapotear con fuerza con el fin de empapar a su progenitor. Debe pensar que si él está mojado ¿por qué tú no?

De repente me llegaron los gritos del padre desde el baño: "¡No! ¡Daniel! ¡Para! ¡Eso no se hace!". Así que hice lo que cualquier madre hubiera hecho en mi lugar. Correr a por la cámara de fotos. Y no me arrepentí de hacerlo. Cuando llegué al lugar de los hechos, Daniel estaba en plena faena, el baño inundado y el padre completamente mojado y con cara de "Esto no me lo esperaba yo", que en cuanto me vio pasó a ser cara de "Lo estas malacostumbrando". A mi me entró la risa. Menos mal que la fierecilla de Daniel no asusta a su padre y me ha asegurado que lo va a bañar más veces.

lunes, 7 de marzo de 2011

La habitación de juegos

Al pequeñajo le hemos habilitado una habitación de juegos para que sus juguetes permanezcan organizados en un solo sitio cuando se acaba el día. Aunque el resto del tiempo se encuentren desperdigados por toda la casa.

Y esperaba que me montara menos bulla los días de lluvia, cuando se diera cuenta que se quedaba sin parque, pero sigue cogiéndose las mismas perretas cuando me desvío hacia casa.


Parece que la habitación le ha gustado. Se entretiene un buen rato ojeando sus cuentos, pintando rayajos, esparciendo las piezas de lego, jugando con los coches, con la mesa de actividades... Pero tienes que estar tú con él. Y aún así no aguanta dos horas seguidas ni mucho menos.


De todas formas, aún es muy pequeño. Seguro que le saca más partido dentro de un añito o dos.




sábado, 5 de marzo de 2011

Carnaval, carnaval


Hoy ha sido la fiesta de Carnaval del colegio de Daniel. Nos dejaron tema libre para poder aprovechar lo que tuviéramos por casa, cosas heredadas o prestadas. la verdad es que se agradece el detalle, porque a una amiga mía le han puesto el tema de juegos y ya te tienes que buscar la vida para obtener un disfraz acorde. Cuando yo era pequeña el tema siempre era libre.

El caso es que, dándole muchas vueltas, al final se me ocurrió el traje que llevaría mi pequeñín. No quería comprarlo para que fuera igual que otros tres, tampoco quería meterme en un gasto excesivo, ni pedir prestado... Me acordé de que su tío Enrique le había regalado una camiseta de AC / DC tres tallas más grande que la suya, hace ya algún tiempo. Tenía que seguir viniéndole bien. Poco a poco todod fue tomando forma. Unas medias negras con estrellas que compré tiradas de precio, un pañuelo rojo para atarle al cuello que me prestó una amiga, gomina para ponerle el pelo de punta, pegatinas de grupos heavies para el abrigo y los vaqueros (por si acaso al final las medias no eran la mejor opción), mi lápiz de ojos para maquillarle como una estrella... Y lo mejor de todo: una guitarra eléctrica de peluche, que encontré muy baratita en el Alcampo. Qué pena que cuando le das al botón de turno suene una melodía country. No tiene mucho sentido, pero el caso es que la guitarra es heavy. Así que mi niño ha ido convertido en una auténtica estrella de rock.

Estaba muy ilusionada con caracterizar a mi niño, pero caí en la cuenta de que yo no iba a poder vestirle ni pintarñe. Que le iba a tocar a Raúl. A éste no le hizo mucha gracia en un principio y yo no me fiaba mucho del resultado. Pero al final todod salió genial. Raúl me mandó una foto primicia al email mientras trabajaba y todos los compañeros estuvieron de acuerdo en que el chiquillo estaba auténtico en su papel de estrella de rock.

Cuando fui a recogerlo, las profesoras me dijeron que todos se lo habían pasado pipa, incluso ellas.

viernes, 4 de marzo de 2011

La clase de los indios

Cuando he llegado a la guardería a recoger a mi niño me he encontrado una agradable sorpresa. En su clase todas las caritas estaba pintadas con colores de guerra y en las cabezas tenían una cinta de cartulina con una plumita de vistoso color. ¡Estaban monísimos! Sobre todo Daniel. Cómo no iba a ser así.
En cuanto ha visto que sacaba el móvil para hacerle una foto se ha quitado la plumita. Menos mal que sus profesoras le han con vencido para que se la vuelva a poner. Con mucho esfuerzo, porque se movía más que una lagartija y allí había poca luz para la cámara, le he hecho una sucesión de fotos malísimas. Pero que ha servido para que todo aquel que haya tenido la paciencia de escucharme se haya hecho una idea de lo guapísimo que iba mi niño.

Mañana es la fiesta de carnaval oficial. En la que tenemos que disfrazar los padres al pequeñajo. Menos mal que en esta guardería han decidido que fuera tema libre, así podemos apañar algo barato y original. De todas formas, en este centro siempre están con alguna historia especial. Cómo esto de disfrazar a todos los niños el día antes de la fiesta. Mi hijo se lo pasa bomba y va contentísimo a clase.
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martes, 1 de marzo de 2011

Por fin de nuevo en su habitacion

Esta historia de remodelar el armario empotrado se me está haciendo eterna. Duermo fatal con el pequeñín a mi lado. Le oigo respirar toda la noche. Al más mínimo movimiento me pongo en tensión porque me da la impresión de que se va a despertar. Así que cuando acabaron de pintar la pared de una de las habitaciones y se secó no espere más. Volví a independizar a mi hijo y le metí de nuevo a dormir sólo. Creo que él también lo agradeció. Con nosotros dormía peor. Al principio, la tos dificultaba un poco su sueño, pero ya se le ha quitado y ahora estamos encantados. Cada uno en su habitación.

Alguien me sugirió que esperara a que estuviera el ramario termiado para sacar a Daniel de mi habitación, pero mis ojos inyectados en sangre y mi mal humor por la falta de sueño le hizo cambiar de opinión inmediatamente. Lo cierto es que ni me acuerdo quien fue. Dormir poco es muy malo para la salud y para la memoria. Menos mal que ahora todo a vuelto a la normalidad. Estábamos los tres agotados.