sábado, 19 de marzo de 2011

El día del padre

Yo no soy muy amiga de fiestas comerciales, pero desde que tengo al enano no me salto ni una. Algo realmente curioso. Intento no fomentar el consumismo haciendolo todo con el método casero-cutre-entrañable, pero caígo en la vorágine de los días especiales como el más pintado.

Ahora tocaba el día del Padre. Se acercaba peligrosamente y yo no tenía tiempo para idear nada. Desesperada, estuve a punto de darme un salto a un centro comercial y comprar lo primero que viera, pero me frené a tiempo. Lo importane es el detalle, me dije.

Así que se me ocurrió que lo más fácil y rápido de hacer sería un bonito marcapáginas casero. Imprimí unas fotos de Raúl con el niño y las pegué haciendo un collage en una tira de cartulina. Por el otro lado puse "Te quiero papá" con una letra que bien podría pasar por la de mi hijo, que ni siquiera sabe escribir. Tengo una letra horrorosa. Coloreé las letras y ya sólo quedaba el detalle personal de la huella de mi hijo.

No iba a comprar pintura para un par de huellas, así que me rompí la cabeza para idear cómo podía imprimir los digitales de mi retoño sin gastarme un duro. Estaba a punto de sacar el colorante alimentario de la alacena, cuando una amiga me dio una idea magnífica. Cuando éramos pequeñas pintábamos una goma con un bolígrafo y luego presionábamos con un dedo en la goma y posteriormente en un papel. así obteníamos una huella perfecta.

Lo malo es que se echaba el tiempo encima. Ese mismo día pensaba recoger al pequeñajo de la guardería, imprimir su huella e irnos a algún lado a que nos plastificaran la obra de arte. Después de llevarle un rato al parque, por supuesto. Hacía un día luminoso. Quería que Daniel le diera el regalo a su padre esa misma tarde, porque al día siguiente lo íbamos a llevar a casa de su abuela porque los dos progenitores nos teníamos que pasar el fin de semana trabajando como locos.

Pero todo salió mal. En la guardería me distraje con una madre y se me olvidó hacer lo de la huella, entonces pensé en hacerlo cuando el niño se cansara del parque y luego ir a plastificarlo, pero el padre llamó para reunirse con nosotros y ya me fue del todo imposible. Así que tuve que recurrir al viejo truco de "no mires hasta que te lo diga". Daniel cooperó de maravilla. Se dejó hacer mientras le sujetaba el dedito lleno de tinta y después se lo limpiaba con algodón y alcohol. Le dije que le llevara el marcapáginas a su papá y lo hizo a la perfección. A Raúl le gustó el detalle, aunque aun tengo que ir a plastificarlo.

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