lunes, 10 de octubre de 2011

La Feria

Nada más llegar la abuelita Matilde decidimos dar una vuelta por la feria que habían montado en el barrio con motivo de sus fiestas. A mi madre le mareó un poco el ruido y las luces, pero Daniel se quedó hipnotizado y no podía apartar la mirada de las atracciones más luminosas. Además, su abuelita le había comprado un chupa chups, una chaqueta preciosa y un trenecito con su nombre. Que más podía pedir.

Los cuatro nos hallábamos inmersos en una multitud agobiante, luchando por permanecer juntos. Una tarea un tanto ardua con toda esa gente empujando y espachurrando. Daniel iba muy contento subido en el patín del carrito. Se lo habíamos enganchado para que se fuera acostumbrando. Y porque, desde el día que "ayudó" a su padre a montarlo, no había parado de pedirlo él mismo. De vez en cuando Raúl lo cogía en brazos para que viera mejor una atracción u otra y yo llevaba el carrito. La verdad es que era un poco incómodo porque chocaba con los piés todo el tiempo, pero era la mejor solución que se me ocurría para cargar con Daniel e Iván a la vez.

Llegado un momento el padre se giró hacia mí y me soltó "Quiere montar" señalándome la típica atracción de vehículos que marchan uno detrás de otro. A mí me daba un poco de miedo porque la última vez que lo monté en una se deshizo en llanto, pero al peque se le veía muy animado. Sin tenerlas todas conmigo le compré el ticket.

Raúl lo sentó en un flamante coche de carreras. El niño estaba exultante. No paraba de sonreir y saludarnos con la mano con mucha energía. Por lo menos las primeras vueltas. Llegó un momento en que empezó a marearse y las últimas vueltas las dió bien agarrado al volante y sin mirar a un lado ni a otro.

Salió de la atracción muy tranquilito y sin ninguna lucha, así que parece que no se lo pasó del todo mal, pero que no tenía ganas de más.

Después del paseito llegó a casa agotado y emocionado. No paraba de hablar, aunque no se le entendía nada. Él y su abuela cenaron y no tardaron en irse a la cama casi a la vez.

Esa noche Daniel se despertó sólo una vez, aunque se puso a berrear como un loco porque le estaba atendiendo su abuela en vez de su mamá. Yo hice de tripas corazón y no acudí, aunque me moría de ganas. Mi madre se ganó al niño poco a poco, con voz dulce, mimos y un generoso biberón. Al poquito el chiquitín empezó a roncar apaciblemente de nuevo. Menos mal.

1 comentario:

  1. CHIQUILLA!!!! que estas a unto de dar a luz!!! a la feria!!!! yo me parto contigo!!!
    ten cuidado...como va ivan??
    un beso...

    ResponderEliminar

Me encanta saber lo que piensas.