lunes, 30 de noviembre de 2015

Caos de manualidades de Navidad para el cole

Poco antes de que llegara el fin de semana recibí varias notas del cole de los peques invitando a los padres a hacer manualidades navideñas con los hijos con el fin de adornar el centro con piezas únicas y cargadas de valor emocional. Hasta ahí todo muy bien. El único fallo fue que esa semana estaba haciendo unas prácticas Non Stop y llegaba a casa para cenar. 

Que no cunda el pánico. Lo dejamos para el finde. Pero llegó el finde y con el la dura realidad de la invasión de las pelusas y los kilos de ropa sucia que habían invadido mi casa. Es lo malo que tiene no pisarla de lunes de viernes. Envalentonados, Raúl y yo cogimos el toro por los cuernos, pero entre eso y una par de tareas obligatorias y agradables (acompañar a mi madre al tren y visitar a mis suegra y mi abuela política) se nos fue el sábado volando y la casa aún por barrer.

El domingo, lo primero que hice fue... desayunar. Pero lo segundo fue sentar a mis niños con todo el arsenal para manualidades desplegado frente a sus ojitos y con la firme decisión de no levantarnos hasta tener todas las tareas terminadas. Craso error. Cuanto más material graso, que mancha y susceptible de ser machacado tengan delante más te la liaran. Y así fue. Entre que yo no estaba del mejor humor porque estaba cansada y con un día lleno de tareas por delante y que ellos estaban especialmente revoltosos, todo acabó en un ataque de histeria por parte de la madre.

Menos mal que mis churumbeles están ya acostumbrados a mis explosiones emotivas y siguieron a su rollo entre montañas de purpurina, un vaso de agua con témpera derramado, afiladas tijeras, rotuladores llenos de tinta, pegamento ultrapegajoso... Y las lágrimas de su aterrada madre, por supuesto. 

Cuando acabamos con las estrellas que les habían encargado a ambos, y el plato que tenía que llevar sólo Iván, teníamos que empezar con la figura de belén hecha con plastilina y actimeles. Pero yo me había fijado que, otros años, los niños traen también figuras navideñas estilo libre, así que, con pocas ganas de sumar platilina al lío que teníamos montado les invité a hacer unas casitas con tetra bricks. Acogieron la idea entusiasmados. Daniel se curró la suya y le quedó muy bonita, pero Iván pintó tres rayas y se plantó. Así no hay manera, así que tuve que rendirme a la evidencia y claudicar a la plastilina. Eso sí, lo dejábamos para después de comer, porque ya me iba a costar bastante rato hacer desaparecer el mejunje que me habían dejado en la mesa del comedor.

Los chiquillos se fueron a jugar alegremente mientras mamá fregaba, raspaba y se mataba para dejar todo como antes de la actividad. Esa tarde, los volvía reunir, con la plastilina en una mano y dos batidos vacíos de vainilla, que había obligado a beber a mi marido y mi hijo pequeño esa tarde en la otra (en mi casa no tenemos actimeles). A Raúl se le ocurrió introducir una bola de papel plata en las cabezas de plastilina para gastar menos y me pareció una gran idea. Hasta que me di cuenta de que era más fácil decirlo que hacerlo. la capa de plastilina se rompía cada dos por tres. Al final, logramos salvar una, pero otra hubo que hacerla íntegramente de plastilina. 

Mientras mis churumbeles daban forma a la cara y le ponían el pelo a sus pastores, con mi ayuda, of course. Yo intentaba vestir los malditos batidos a base de celo que pega por las dos caras y de fieltro. Tampoco era tan fácil como parecía. Cuando ambos grupos acabamos con nuestra tarea, llegó el momento de unir cabezas con cuerpo y eso ya sí que fue una odisea. Tanto que mis hijos me dejaron abandonada a mi suerte para jugar a su bola con la plastilina. Mientras ellos reían yo juraba en arameo.

Cuando acabé con el pastor que, supuestamente, tenían que haber hecho mis hijos, pasé lista para que no se me olvidara nada. Estrellas en 3D para colgar, sí, plato decorado, sí, pastores cutres salchicheros, sí. ¡Ale! Caso cerrado. Como me vengan con otra nota la hago desaparecer sin dejar rastro.

viernes, 27 de noviembre de 2015

El experimento del huevo

Mis hijos estaban deseando repetir los experimentos del espectáculo de Ciencia Divertida de la compañía Dmonos, así que al día siguiente me persiguieron por toda la casa para convecerme.

Yo no es que no quisiera, es que no tenía maicena, ni ácido bórico, ni aceite para bebés... Me faltaban muchos elementos para poder reproducir el espectáculo en nuestro humilde hogar. Pero, de repente, me acordé del experimento del huevo. Sólo necesitaba una botella, cerillas y un huevo duro.

Puse en el cazo dos por si a alguno de mis vastagos le daba por incarle el diente antes de poder empezar el proceso, casi mágico, de absorción del huevo por la botella.

Como no encontré una botella de cristal, me tuve que conformar con la aceitera. La lavé bien, la sequé y cuando íbamos a comenzar se nos sumó papá, que acababa de llegar del trabajo. Él fue el encargado de echar las cerillas encendidas dentro de la aceitera. Daniel se presentó voluntario para colocar el huevo en la boca del recipiente, yo hice las fotos e Iván se quedó observando fíjamente todo el proceso. Fue el más afortunado porque no se perdió detalle.

Segundos después de que el huevo fuera colocado sobre el agujero se introdujo el solito en la botellita, casi como por arte de magia, pero se ve que con las prisas, el huevo estaba poco hecho y ¡ploch! se nos rompió y sólo se metió medio huevo y la yema. Suficiente para que mis chicos fliparan.

Este fenómeno está relacionado con la presión atmosférica. Al prender las cerillas en la botella y tapar la abertura se consumió el oxígeno de dentro del recipiente creando un vacío que succionó el huevo... O algo así.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

De paseo por el Teruel de los amantes

Teruel me ha sorprendido porque es preciosa y nunca nadie me había recomendado visitar esta ciudad, como me ha pasado con muchas otras. De hecho, nos dimos el salto desde Madrid por ir a Dinópolis a seguir huellas de dinosaurios y no por recorrer sus calles.

El color de los edificios alegra hasta los días más fríos (y el nuestro lo fue y mucho. Doy fe). Sus increíbles torres mudéjares llenas de leyendas, como la de la disputa por los amores de dos arquitectos musulmanes por una dama, que acabó en tragedia cuando el que perdió en la competición de construir la mejor torre se tiró de lo alto de la suya, seguido de la dama en cuestión que era a él a quien amaba (Trágicas todas las historias de amor que en esta población se cuentan).

Ésto y muchas cosas más no contaron durante nuestras visita al Mausoleo de los Amantes de Teruel, otros que acabaron muy mal. Estuvimos dudando si comprar la entrada que da acceso a todo el recinto o sólo de una parte, pero la final elegimos todo y no nos equivocamos porque vale la pena.

Los chiquillos alucinaron con el panteón dónde descansan las momias de Diego e Isabel. Les flipó la "exposición" de música romántica, la liaron un poco en la iglesia de San Pedro y en su claustro y quedaron fascinados por la torre, sus escaleras de madera, las vistas y sus campanas sin badajo.

La guía era encantadora y les dio bolilla durante la visita. Eso ayudó mucho a que se lo pasaran tan bien. Importantísimo, porque si se aburren empiezan a hacer el cabestro y nos aguan la visita.

También nos gustó mucho la Plaza del torico, en la que encontramos a muchísima gente vestida de época que daba ambiente y alegría a la mañana.

La estatua del toro preside la fuente del centro subido a una columna. Es el emblema de la ciudad.

Los niños se paraban a admirar y comentar cada símbolo que encontraban ¡y puedo asegurar que había muchísimos por las calles! Castillos, torres, toros, dragones, caballos... Podíamos inventar mil historias con esas imágenes.

Iván se apoderó del mapa y lo plegaba y desplegaba constantemente murmurando: "Muy fácil, muy fácil. Sólo hay que seguir recto". De vez en cuando su padre se lo arrebataba tras muchos ruegos y peticiones educadas infuctuosas para consultar el camino que debíamos seguir, pero siempre volvía a sus manos como un boomerang.

Elegimos para comer, casi al azar, el Gran Café de Teruel, y luego llegamos a la conclusión de que tenía que tener fama en la zona porque los platos eran impresionantes y a buen precio. Casi se puede decir que salimos de allí rodando para volver al apartamento a por las maletas y el coche e irnos con ganas de haber estado algunos días más en esta región llena de arte, cultura y leyendas.







martes, 24 de noviembre de 2015

Dinópolis, un viaje en el tiempo

Desde que nos dieron las entradas para Dinópolis en Telefónica Flagship Store (dos infantiles gratis y dos de adulto a mitad de precio) teníamos el gusanillo de ir a correr aventuras rodeados de simpáticos dinosaurios. Para mis niños iba a ser un sueño hecho realidad, así que reservamos en un apartamento chulísimos y nos montamos en el coche muy ilusionados.

Los peques no podían esperar al sábado y antes de llegar ya clamaban porque nos presentáramos en Dinópolis. Para ellos que estuviera cerrado el parque a esas horas eran simples excusas. Pero no les quedó más remedio que esperar hasta el día siguiente para que nos presentáramos allí.

Y justo esa mañana tenían el día cambiado: morritos, protestas, lloriqueos... Hasta que no entraron en faena no empezaron a sonreír y a afirmar elocuentemente que se lo estaban pasando pipa. A esas alturas yo ya quería ahogarles, pero toca tragarse el mal humor para no estropear el día.

Los trabajadores del parque eran encantadores. Nada más entrar nos indicaron que estaba a punto de empezar el cine 3D con las aventuras de Turón, un pequeño dinosaurio que se las tiene que ingeniar muy bien para sobrevivir a la era de los dinosaurios.

De ahí saltamos a un fascinante viaje en el tiempo lleno de sorpresas, cuya parada final era una habitación con pintacaras, actividades para niños y un rincón reservado a dinosaurios inventados por guionistas de cine.

Aprovechando las horas de más calor (relativo, porque hacía una frío que pelaba) nos fuimos de cabeza a Dino Park dónde mis hijos se subieron todo lo que quisieron a los triceratops brincones y al castillo hinchable.

A Iván le encantaron los cochecitos prehistóricos. Se montó un montón de veces mientras su hermano hacía el bestia en el castillo porque se pasaba de la altura y no podía subir. Por contra Iván no pudo entrar al cine 4D porque no llegaba a los centímetros requeridos.

Mientras Daniel se adentraba a una parque estilo Jurassic Park con sus gafitas 3D, mi benjamín y yo decidimos recorrer las salas del impresionante Museo paleontológico que alberga el parque. Allí descubrimos impresionantes esqueletos de animales marinos, el dinosaurio más grande hallado en España, el primero, al que llamaron Aragosaurio, un terrrífico Tiranosaurio Rex, los primeros mamíferos... ¡Una pasada!

Allí nos reunimos de nuevo con el resto de la familia e intercambiamos hijos para que yo pudiera ver también la aventura 4D.

Los espectáculos nos parecieron muy originales, interactivos con el público, divertidos... Nos reímos un montón. El más impresionante el del Tiranosaurio Rex Robótico que se mueve y ruge de una forma aterradora. Y en el de Turol Jones las carcajadas se debían oír en Sebastopol. También conseguimos aprobar el examen para unirnos el club de paleontólogos, un tiranosaurio de un documental intentó comernos, nos sumergimos en un sueño del luces y sombras...

Mención especial a la Paleosenda. En la que estuvimos muchísimo tiempo a pesar del frío. Los niños disfrutaron a tope de las cuevas, el circuito de agua, la excavación, los huevitos... Una pena que la Sima misteriosa fuera para mayores de nueve años. A pesar de todo Daniel se atrevió a escalarla un poco.

El parque no es enorme y, encima, un finde semana normal de noviembre y de mucho frío, no había mucha concurrencia, así que nos lo pudimos recorrer sin agobios y repetir en casi todas las atracciones. Los niños estaban emocionados.

Cuando nos fuimos de allí ya nos preguntaban que cuando íbamos a volver.



lunes, 23 de noviembre de 2015

Hojas curasangre y dedos laser

De verdad que me encantaría mirar por un agujerito lo que hace Iván en el recreo. Cada día me viene con una sorpresa nueva en la mochilita.

Sale dando brincos de felicidad del cole. Se para en seco al verme, rebusca en su talega y... ¡tachan! el tesoro. Un día son hojas otoñales que, según él, sirven para curar la sangre (Haces así, así y así y ya tá. Curado), otras unas hojas enrolladas que se ponen en el dedo y lo convierten en un letal láser (piuuuu, piuuuu), o piedras "bonitas", incluso trozos de colegio (Mira mamiiiiii, un tozo de pared del comedóoooooo).

Se lo tiene que pasar pipa desmantelando el colegio con sus amigos.

Un día, nada más verme, se remangó nerviosamente la pernera del pantalón y se sacó.. ¡una pinza de la ropa! "Pero Iván, ¿Que haces tú con eso?". Por lo visto lo había encontrado en el patio y se lo había escondido para que su profesora no se lo quitara. ¡Vaya pieza! Ya tuvo juego para toda la tarde con la pincita.

Otro día me sacó un papelucho y me contó que su maestra el había pedido que lo tirara a la basura, pero que el, "muy zigilosamente", se lo había metido en la mochila. ¡Vaya tela con los tejemanejes del crío! Espero no encontrarme un día con una silla o una mesa de su clase metida en la talega...

viernes, 20 de noviembre de 2015

Consejos para mitigar los dolores musculares

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Desde Boirón me han mandado información interesante para mitigar los dolores musculares cuando comienzas una rutina deportiva después de mucho tiempo de vida sedentaria.

En cuanto lo vi pensé: "¿Hay gimnasia más dura que la rutina diaria de una mamá?". Para empezar somos las mejores running: corre que no llegamos al cole, corre que no llegamos a Natación, corre que tiene que estar todo terminado antes de recoger a los peques...

El levantamiento de peso también está omnipresente en nuestras vidas: 6 litros de leche en cada mano y corriendo a casa, acarrea al niño al baño mientras se retuerce como una lagartija, relájate en el sofá cinco minutos con 26 kilos de niño en el estómago y 17 kilos del otro niño en las piernas...

El salto de longitud lo practico todos los días que llueve y no he tenido la previsión de ponerme botas de agua, abdominales cada vez que me río a mandíbula batiente con las gracias de mis peques, flexiones de rodilla cuando guardo o saco ropa de los cajones... Podría seguir ad eternum, pero quienes me leen seguro que ya saben a lo que me refiero.

Aparte de toda está dinámica del ejercicio de la vida. De vez en cuando me da la vena y ¡ole! quince minutitos de gimnasia para moldear el cuerpo serrano todas las mañanas tras dejar a los infantes en sus respectivas clases. Ya para quedar para el arrastre definitivamente. Se ve que una es masoca.

De dolores musculares sé mucho. No hay músculo en el cuerpo que no me haya dolido alguna vez (hasta el corazón), pero de cómo mitigar ese dolor no sabía nada de nada. Boirón nos da unos cuantos consejos que me apunto para cuando me vuelva a dar la vena loca de ponerme atlética cada mañana. Normalmente, al inicio de cada año como todo hijo de vecino.

Lo primero que nos dice esta empresa de productos homeopáticos es que hacer ejercicio es bueno para nuestra salud mental. Ya decía yo que últimamente no iba muy boyante en este tipo de salud. Otro punto más para empezar con las abdominales lo antes posible.

Después recomienda hacer ejercicio de forma continuada, aunque admite que, siendo realistas, es más fácil decirlo que hacerlo. Y por eso, cuando nos ponemos a ello con ahínco, nos encontramos con los horribles calambres y dolores musculares. esto también pasa con "los trabajos que exigen un esfuerzo articular intenso o que por el contrario implican estar mucho tiempo en una misma posición, tanto sentado como de pie". Mi día a día, vamos.

La nota termina así: "Además, la homeopatía es una opción para el abordaje de los dolores musculares y existen medicamentos homeopáticos que se emplean para aliviar estas molestias. Del mismo modo este método terapéutico es eficaz para el abordaje de lesiones deportivas y trastornos comunes como resfriados, gripes…, o crónicos, como el asma, entre otros, que pueden afectar a la práctica diaria deportiva. Te recomendamos que consultes con tu profesional de la salud para que te indique el tratamiento homeopático más adecuado si sufres dolores musculares tanto a consecuencia del deporte como por otro motivo. De este modo, podrás hacer deporte con menos dolores musculares y tu cuerpo disfrutará de una forma más completa de los beneficios del mismo."

Pues nada, nada. A buscar un buen doctor homeopático en el directorio que tienen en su página a ver si me libra de estos dolores, sobre todo de espalda y lumbares, que me torturan desde que parí al primero de mis vástagos. Ahora sólo necesito tiempo.


jueves, 19 de noviembre de 2015

El niño nuevo

En cuanto Iván se siente contrariado carga contra mí: "Maldita mamá. Ya no te quiero. Mamá es tonta..." Y así hasta el infinito. Da igual si yo soy la verdadera culpable de su desazón o es otra persona. Él proyecta todas sus frustraciones sobre mi pobre persona. Esto prueba una vez más que la confianza da asco.

La mayoría de las veces me armo de paciencia e intento razonar con él, pero hay días que no me pilla muy católica y se acaba armando la de San Quintín. Uno de esos días, me harté de oir sus insultos y reproches injustificados y acabé gritando: "¡Vale! ¡Muy bien! Lo has conseguido. Si tan mala soy ya no soy tu madre, ni ésta tu familia, ni ésta tu casa. ¡Raul! ¡Raúl! ¿Que hace este niños aquí? !Hay un niño desconocido en nuestra habitación!".

Mi marido acudió corriendo con el mayor pisándole los talones y una gran sonrisa en la cara. "¡Un niño nuevo!" exclamó con voz emocionada, "¿Que hacemos con él Daniel?", se dirigió al nuestro primogénito. "¡Lo adoptamos!" contestó rápidamente el aludido. Mientras tanto Iván se había quedado mudo de la sorpresa y con los ojos como platos. "Ven niño nuevo" le invitó Daniel a seguirle, "Te voy a enseñar la casa". Desde lejos le oía decir: "Éste es nuestro gato. Se llama fantasma. Ésta es nuestra habitación. Aquí vas a dormir tú. Ahora te voy a enseñar lo mejor: la habitación de los juguetes..." E Iván trotaba tras él como un corderito.

Yo alucinaba con el giro tan raro que habían dado las circunstancias. No quise alargarlo más porque, al fin y al cabo, Iván sólo tiene cuatro años y quien sabe el cacao mental que se estaba formando en us cabeza con la tontería, así que fui al encuentro de los dos justo cuando su hermano mayor le preguntaba cómo quería que le llamáramos. "Ven aquí" le dije. El peque me miró preocupado. Me arrodillé a su altura, le cogí de los hombros, le miré fijamente a los ojos y le dije "Te llamas Iván". Juro que me pareció sentir cómo se relajaba y parecía bastante aliviado. "¡¡¡¿Cómo lo has sabido?!!!" exclamó Daniel siguiendo con el juego. Le expliqué que lo había leído en el fondo de sus ojos y le pedí que se acercara a mí. Mirando fijamente a sus pupilas le dije: "Y aquí pone que tienes algo que darme. una pequeña tapa que te has metido en la boca hace un rato. Algo peligrosísimo, como ya sabes, porque te puedes ahogar". Daniel se quedó boquiabierto y me entregó la tapa sin protestar. ¡Su madre leía la mente!

Lo cierto es que le había visto por el rabillo del ojo mientras le hacía el numerito a Iván. Pero los dejé impresionadísimos.

Al día siguiente, Iván me preguntó con voz bajita si yo quería un niño nuevo. Le dije que no. Que estaba encantada con mi Iván y mi Daniel, que, por cierto, ahora le ha dado por decir que se quiere llamar Rafa a secas, sin apellidos.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Vaya fiestón el Festival de Series de Madrid

El domingo se celebraba el Festival de Series Junior de Madrid organizado por Movistar. El programa era tan variado y atrayente que no me pude resistir a ir a pesar de que le había prometido a Raúl un fin de semana tranquilo (y el sábado ya lo habíamos tenido non Stop). Dejamos a Papá trabajando en casa y nos montamos en el metro muy emocionados. ¿Qué no encontraríamos?

Pues lo primero que vimos fue la calle de Fuencarral cortada (supongo que será algo habitual todos los domingos) y lo segundo un puesto para tirar al arco. Mis chicos no miraron más allá y se sumaron a la actividad dando botes, pero yo sí que vi el resto de actividades super molonas que habían montado en ese trozo de calle. golf, tiro a portería, bolos de madera, tiro a canasta, puntería con anillas... Todo tenía una pinta tan divertida...

Cuando vi que más niños se sumaban a tirar al arco logré convencer a mis churumbeles para que probaran todo el recorrido. Fue muy divertido.

Nada más terminar la sesión deportiva entramos al cine Cinesa y nos dimos de bruces con el stand de globoflexia. Mis chicos se fueron de allí con una espada Daniel y un perrito Iván. Los dos agitaba como locos sus globitos con formas.

Dos pasos más allá nos encontramos a Micky y Donatello, dos simpáticas tortugas ninja que hacían las delicias de los peques. Daniel se agarró a la tortuga ninja de antifaz naranja y nos costó mucho que la soltara. Nos regalaron una taza superchula de Nickelodeon.

Un pirata nos informó que en unos minutos empezaba el espectáculo de ciencia divertida de la mano de Dmonos, a los que ya conocemos por El Bebé Extraterrestre y Uno más en la pandilla (ésta última sigue en cartel). Estos chicos nunca defraudan, así que eran mi objetivo número uno en el festival.

Nos metimos en una sala de cine y pronto salió la doctora científica para hacernos reir a carcajadas y abrirnos los ojos con divertidos experimentos científico. Lo primero que hizo fue hacerle una broma a su compañero doctor para que dejara de beberse su agua. Cogió una botella de plástico llena y la agujereó por cada costado sin quitar la tapa. Salió un poquito de agua, pero pronto dejó de salir porque al no entrar aire no había nada que empujara al agua a salir. Y así la dejó encima de la mesa. Poco después aparecía su compañero muerto de sed y al abrir la botella... ¡Zas! un chorrito en toda la bata. Los peques se partían.

Y ese fue el primero de una serie de impresionantes experimentos con huevos, fuego, colores... para terminar con una lámpara de lava casera quitamiedos a la oscuridad. El mayor se giraba hacia mí cada dos por tres para asegurarse de que me enteraba de lo que hacía falta para cada experimento porque lo quería repetir en casa.

Cuando terminó intentamos meternos en la escuela de Jedis, pero había cola como para una hora y como el evento sólo duraba tres me pareció que  no valía la pena. Al final acabamos en un sabroso taller de galletas en el que los peques adornaban una galleta María con glasa y toppings. Luego se la podían llevar a casa o comérsela. El mayor tenía claro que su galleta no iba a tardar ni  medio segundo en instalarse en su estómago, pero le peque la guardó delicadamente en la bolsita que le tendía la monitora. Después la metí en la mochila y no quiero ni mirar cómo habrá acabado (echa migas, seguro).

Allí nos encontramos con Paula de Caracol Miricol y sus peques que también se lo estaban pasando bomba. Y también nos dieron unas pegatinas muy chulas de los personajes de las series Disney más divertidas. Justo cuando los chiquillos acababan sus galletas oí a un niño decir que en la sala de al lado se proyectaba una capítulo de la Serie Star Wars Rebels. Una oportunidad de oro para descansar un poco de tanta actividad deportiva y creativa.

Convencí a los dos para sentarnos en las butacas justo a mitad de un capítulo de la Casa de Mickey Mouse que les encantó. ¡Que descanso! Quince minutos después comenzó el capítulo del Imperio y los rebeldes lleno de naves, luchas y muchos primeros planos de Darth Vader.

El principio les enganchó muchísimo, pero a medida que se desarrollaba la acción el pequeño se descolgó y empezó a pulular por las butacas, a jugar con el perrito, a hablar... Tuve que entretenerlo como fuera porque el mayor quería quedarse hasta el final.

No nos pudimos quedar a ver que venía después porque Iván se estaba descontrolando, así que volvimos a salir a la calle. Como ya se acercaba la hora de cerrar, los monitores dejaban jugar a los niños con el atrezo deportivo y regalaban los globos de la decoración (llenos de helio yujuuu).

Mis chicos se sumaron enseguida a la diversión y se entretuvieron mucho haciendo torres y figuras con los conos. Cuando llego la hora de irnos a Daniel se le había volado su globo e Iván lloraba desconsoladamente porque su hermano le había desecho su perrito de globo. Le tuve que prometer mil veces que en casa buscaría las instrucciones para rehacerlo. Así logré que volviera a sonreír.

Con dos niños muy felices y yo extremadamente estresada por haberlos perdido de vista un par de veces entre la multitud cogimos por fin el metro rumbo a casa.

Huelga decir que nada más comer me metí en la cama a pesar de que el padre nos tenía preparada una sopresa muy chula: Una partida a Hero Kids Espacial, pero no se puede estar en todo. Cuando me levanté los niños me pusieron los dientes largos contándome su aventura en el espacio.

El 20 y 21 de noviembre celebran el Festival de Series en Barcelona y el 27 y 28 en Málaga. ¡No os lo perdáis!