martes, 31 de enero de 2017

Taller de Minfulness con Sylvia Comas: Burbujas de paz

El sábado por la tarde, tras la locura del año nuevo chino, nos encaminamos a El Matadero, dónde había apuntado a los niños a un taller de Mindfullnes que realizaba Sylvia Comas, autora del libro "Burbujas de Paz" y  socia fundadora del Instituto esMindfulness. Más concretamente, en La Casa del Lector. El soplo me había llegado a través de un email de Boolino y nunca les agradeceré lo suficiente que me avisaran. La cosa pintaba muy bien. Aunque viendo a mis hijos hacer el mono salvaje en los andamios que adornan el recinto me temía lo peor. Encima se habían juntado con otra jauría de niños y estaban en su salsa.

Cuando me acerqué a avisarles que ya era hora de entrar al taller, escuchaba a dos niñas jalear a mi primogénito para que moviera los andamios con ellas encima. Antes de que hubiera un accidente me puse seria, muy seria... y hasta roja de ira. Ideal para enfrentar un taller de relajación. Así me encontró Nessa del blog Gololo y Toin, que también se había apuntado al mismo taller. Nada más llegar, mis chicos se tiraron por el suelo y se pusieron a hacer el bestia sin pudor. Los niños se portaron fatal, pero las monitoras tuvieron muchísima paciencia y les supieron tratar estupendamente.

En la introducción nos contaron que Mindfulness es una serie de prácticas para lograr que tomemos consciencia del tiempo presente, del que estamos desconectados casi siempre, preocupados por asuntos que han pasado o que tiene que pasar. Pero muy pocas veces nos paramos a disfrutar y relajarnos con el ahora. Resulta que en la actualidad vivimos bombardeados por estímulos y distracciones que afectan a nuestra calidad de vida y nos generan estrés y ansiedad. Esta realidad también está presente en la vida de los niños. Por eso es tan importante practicar actividades que les relaje, les centre y le ayude a enfrentar la vida con calma y amabilidad.

En la sala, mis hijos eran los únicos niños que saltaban y corrían mientras los otros estaban sentaditos tan tranquilos. Desde el minuto uno, una de las monitoras se sentó al lado de Daniel y le dio atención exclusiva sin forzarle a participar en los juegos, pero intentando motivarlo. A mitad de la clase otra monitora vino a ocuparse de Iván, pero éste, como es muy pequeño, le dijo que él lo que quería era dibujar, así que le facilitaron papel y rotus para que pintara tan a gusto. En un momento dado, Daniel le dijo a la profesora que se quería ir y ella le contestó que le parecía muy bien, que se fuera si era lo que deseaba y que volviera cuando quisiera. A mí casi me da un ataque cuando lo vi salir por la puerta, pero otra monitora se acercó para tranquilizarme e informarme que dos compañeros de la organización lo estaban cuidando fuera. Al rato volvió a entrar.

La hora y media que duró estuvo llena de juegos geniales y muy del gusto del mayor, pero como estaba sobreexcitado nos costaba mucho que participara plenamente de ellos y luego se frustraba cuando se acababa el tiempo y comenzaba otro. Yo le tranquilizaba diciendo que no importaba, porque había aprendido como hacerlo y los íbamos a repetir en casa. Y el peque se conformaba. Iván era un alma libre. Jugaba a su manera y a su estilo sin importarle los tiempos ni que el resto estuviéramos haciendo cosas diferentes.

El consejo que nos dio Sylvia Comas fue que practicáramos ejercicios de relajación  de acuerdo con la edad de cada uno (máximo un minuto por año), que fuera algo que comenzáramos los adultos y que los niños se fueran uniendo por voluntad propia y que siempre lo presentáramos como un juego.

Las actividades que se desarrollaron en el aula fueron de lo más variadas:
- Jugar a ser exploradores marcianos: cerramos los ojos y nos dan algo (una mandarina). Como somos marcianos no la conocemos y tenemos que olerla, escuchar el ruido que hace al quitarle la piel, tocarla, describirla, probarla, etc, etc. Todo muy despacito.
- Observación: Les enseñamos una bandeja con quince objetos variados (llaves, elásticos, piedras, figuras, fotos, frutas, pelotas, pulseras... lo que se nos ocurra). Les dejamos que los vean y los tapamos con un pañuelo. Tienen que escribir en una hoja todos los que recuerden. Les dejamos ver otra vez la bandeja. Volvemos a taparla y vuelven a escribir lo que recuerden. Luego les preguntamos lo que han visto, el color de los objetos, si tenían algo escrito o cualquier cosa que les haga concentrarse en ellos. Cuántos hemos encontrado la primera vez, cuántos, la segunda. Durante el taller la ponente usó una foto en vez de una bandeja para facilitar las cosas.
- Juego de la confianza: Un niño guía a otro que debe cerrar los ojos por toda la estancia. La profesora indica los tiempos, ahora muy despacio, ahora un poco más deprisa... Luego contamos cómo nos hemos sentido guiando y siendo guiados (Aquí Daniel me guió hasta el hijo de una amiga mía, gritó "Choque de madres" y me estampo contra mi amiga, Ainsss).
- Juego de la autoestima: Nos ponemos en grupo de seis, pintamos una flor grande con seis pétalos. En uno escribimos lo que más nos gusta de nosotros, se lo pasamos al compañero de la derecha que escribe en el siguiente pétalo lo que más les gusta de nosotros, que se lo pasa al compañero de la derecha para que escriba de nuevo lo que más le gusta de nosotros y así hasta completar los seis pétalos. Aquí fue cuando Daniel se fue de la clase e Iván se puso a dibujar. Sólo diré que de los tres adultos que había en mi grupo, los tres escribieron en mi flor "paciencia".
- El juego de las respiraciones: la profesora contaba un cuento mientras nosotros nos sentábamos en una postura cómoda y nos concentrábamos en hacer respiraciones profundas.
- La burbuja de la paz: Nos ponemos de pie con los brazos pegados al cuerpo. Subimos los brazos haciendo un arco con ellos a la vez que tomamos aire. Al llegar arriba contenemos la respiración un segundo mientras nos estiramos, luego los bajamos siguiendo el mismo arco mientras soltamos el aire. Este le ha encantado a Daniel y lo hace muchas veces en casa.

Cuando acabó el taller, Sylvia se sentó a firmar ejemplares de "Burbujas de paz" que podías adquirir en la puerta. Justo en ese momento Iván comenzó a llorar desesperado porque su hermano le había hecho daño sin querer (o no. Nunca lo sabremos) y porque ya estaba acusando el cansancio de un día con tantas emociones. Mientras yo intentaba abrazar al pequeño en plena perreta, Daniel me insistía en comprar el libro para hacer los juegos en casa. "La profe dice que en el libro hay muchos más" exclamaba ilusionado mientras su hermano se debatía cada vez con menos convicción. Envié al mayor con el dinero a comprarlo y le dije que comprobara las vueltas para reforzar las matemáticas. Lo hizo genial. También fue el solito a que se lo firmaran y volvió con una sonrisa de oreja a oreja porque la dedicatoria estaba en el color que él había elegido: verde.

El libro me está gustando mucho. Está estructurado en ocho capítulos que comprenden ocho semanas de ejercicios de mindfulnes con recomendaciones de películas para que comprendan mejor ciertos temas, juegos, ejercicios para adultos... Ese mismo día por la noche me leí dos capítulos del tirón porque lo cuenta con un lenguaje ameno y muy accesible. Cuando acabe el taller de pago al que estamos acudiendo, empezaremos a aplicar las directrices del libro para no sobrecargar a los niños.

Ya estamos haciendo nuestros diez minutos de relajación todas las noches antes de irnos a dormir. No diré que los peques se concentren al cien por cien, pero al menos se prestan gustosos y muy motivados a los juegos. Daniel, incluso se empeñó en hacernos sus propios ejercicios de Mindfulnes una noche y mezcló conceptos de esta práctica con posturas de Yoga. Me pareció muy divertido, Y también logró el objetivo de relajarnos con lo cual le estoy animando a que vuelva a dirigirnos en otra sesión.


lunes, 30 de enero de 2017

Año del gallo en Usera y el problema de las multitudes

El sábado teníamos un taller de Mindfullness en La Casa del Lector del Matadero. Es una vía que he abierto para intentar relajar a mis dos torbellinos e intentar que controlen su ira y frustración. Así que les apunté a este curso gratuito y a otro de pago de los que también hablaré en otros post, pero ahora sólo los nombro porque el primero fue la excusa para pasarnos por la celebración del Año Nuevo Chino del barrio de Usera, el Chinatown de Madrid. Nos enteramos de que era este finde gracias a un post de Con Mi Madrina. En un principio no íbamos a ir porque teníamos otros planes ya, pero el taller de mindfullness lo cambió todo.

Como ya teníamos que darnos el salto decidimos pasarnos por nuestro antiguo barrio, disfrutar del ambiente, ver el pasacalles y pasarnos por la feria. La cosa pintaba muy bien y si no se hubiera ido de madre seguro que nos hubiera encantado, pero las cosas no salieron como pensábamos. Fuimos a la plaza donde habían montado una miniferia con una carpa más bien pequeña y dos puestos de comidas. Seguro que para una fiesta de barrio hubiera sido suficiente, pero allí se congregó medio Madrid. Habían chicos repartiendo caretas y gorros del gallo, el animal del horoscopo chino al que se dedica el año entrante. Y otros repartiendo unos pasaportes para hacer una ruta gastronómica, pero ni nos molestamos en matarnos con la gente para conseguir uno.

No cabía un alfiler en la multitud que esperaba muerta de frío el pasacalles, que, finalmente, después de mucho mucho mucho tiempo de espera, llegó, pero hizo una cosa muy rara. Los grupos de a pie fueron por la calle que se suponía que iba a seguir el desfile, y los dragones se pararon en la feria y ya no siguieron. Esto supuso el gran cabreo de los allí reunidos. ¿Tanta espera para esto?

No es que no estuvieran bien los tambores, el baile de los pañuelos, el grupo ecuatoriano de baile (no son chinos, pero me parece genial que celebren con ellos su año nuevo), el mini palanquín y el grupo de señores y niños vestidos de pollos. Sí que molaban, pero mis hijos estaban deseando ver a los dragones y cuando se desviaron montaron en cólera. Y como ellos muchos de los presentes. Sobre todo los que estaban calle adentro esperando a ver la marcha. Muchos intentaron acercarse a la feria para verlos cuando aún desfilaban los que sí pasaron por la calle y se montó un pequeño pollo. Cuando acabó la mini cabalgata, todos enfilaron hacia la feria y ahí se armó la de dios. Hasta nos costó un poco huir del mogollón. Nos asomamos por la barandilla para ver a los dragones, pero estaban absorbidos por la multitud, así que pensamos, un poco decepcionados, que lo mejor era irnos. Al menos los niños habían averiguado, durante la espera, qué signo chino les correspondía. Lo miramos en el móvil. Daniel era el buey e Iván el conejo.

Al salir de la plaza topamos con un parque infantil que parecía el parque de atracciones en su hora punta. A pesar de todo, los peques se metieron de cabeza en la marabunta que subía y bajaba por enormes y enrevesados columpios. Me tocó la difícil tarea de buscarles y convencerle para tirar hacia el restaurante. Queríamos ir a un chino que conocíamos ya de cuando vivíamos allí y que nos encantaba (Restaurante Kai Yuan), pero se ve que, de nuevo, todos tuvimos la misma idea y cuando llegamos estaba de bote en bote. Nos costó un buen rato que nos dieran mesa y fue gracias a que nos ofrecían una grande compartida con otra familia y no nos importó. Si no todavía estábamos esperando.

Con tantas aventuras los niños estaban ya que se subían por las paredes, así que fue una velada infernal con perretas, chiquillos escapándose por debajo de la mesa, saltando en sus sillas, jugando con cuchillos, gritando a un volumen exagerado... Menos mal que en la otra familia también había peques y no parecían nada molestos. Al contrario, eran encantadores.

Los platos estaban buenísimos, pero acabamos tan quemados de los fieras y del servicio lento, no por culpa de los empleados, sino por la oleada de clientes tan exagerada, que nos fuimos, sin comer el postre, en cuanto vimos la oportunidad. De hecho, dejamos el dinero en la cajita de la cuenta y no esperamos ni a que vinieran a cobrarnos. El postre lo compramos en una panadería- pastelería ecuatoriana y no podían estar más buenos. Creo que fue el único momento de paz que nos dieron ese día, porque ya os contaré el taller de mindfullness, ya...

El 11 y 12 de febrero hacen expectáculos tradicionales chinos interpretados por integrantes de la comunidad china residente en España (bailes, canciones, ópera, kung fu, etc.) en Plaza de España. A lo mejor volvemos a intentar que los niños aprendan algo de la cultura china. Porque en Usera sólo les quedó claro que las multitudes son un rollo.

domingo, 29 de enero de 2017

La marioneta del perrito

"¡Guau! ¡guau! ¡guau!" me asaltó Iván poco después de haberme pedido un folio, un papelito cuadrado (tengo unos para hacer origami) y pegamento. Le dejé muy entretenido en su habitación y aproveché para dedicarme a mis labores. Y en esas estaba cuando un simpático perrito de papel con orejitas y la lengua fuera me asaltó alegremente.

Detrás del perrito apareció el más peque de la familia muy sonriente y ladrando como si no hubiera mañana.

Me encantó la idea y me comentó que la habían hecho en clase. Es genial cuando comparten contigo un trocito de la vida que hacen sin ti. Para eso mis hijos son muy rácanos y hay que sacárselo con pinzas. Por eso disfruto a tope cada vez que me confían una anécdota, preocupación o experiencia. Son pocas las veces... Viven demasiado en el presente para reparar en el pasado.

sábado, 28 de enero de 2017

Cajas, ese tesoro

Finalmente, las casas de cartón y los coches, los cascos y las espadas, hechas por las manitas y creatividad de mis hijos acabaron en la basura por la maquiavélica mano del progenitor. Peleé y luché con uñas y dientes ante tamaña felonía, pero de nada sirvieron mis lágrimas, ni mis ruegos... ni mi cabreo monumental. Ese ser sin corazón, ni pizca de ternura en sus entrañas, lo cogió todo y ¡ale! al contenedor (al de reciclaje, por supuesto, que será mefistófeles, pero uno muy concienciado con la ecología y el medio ambiente).

Desolada, fui a recoger a los peques al cole temiendo su reacción, pero parecieron no darse cuenta de la desaparición. Hasta que llegó el momento temido... no es que preguntaran dónde estaban sus creaciones, no fue eso. Fue peor. ¡Me pidieron una caja!

"Mami, dame una caja que quiero hacerme un cascoooo", "Y yo una casa para estos bichos, porfiiiii". Glups. Y ahora que les digo. Solo tenía retales cutres, que se habían salvado de la quema por estar bien guardados, y, claro, no saciaron la sed creativa de las mini bestias. Tuve que oirles renegar en arameo y jurar por lo bajo sobre lo malísimos padres que éramos al coartar así sus juegos.

Al día siguiente, los llevé al parque. En parte para que les diera el sol, en parte para que hicieran ejercicio y en gran gran parte para que no siguieran pidiéndome materiales que no tenía y poniéndome cara de haber sido ultrajados hasta la médula. Iván hasta había sugerido darnos un salto a un todo a cien para comprar unas cajitas de nada.

El caso es que fuimos directos a los columpios, pero mis hijos ya sabían lo que querían y no tardaron en perderse de mi vista con su objetivo en la mente: el contenedor de cartones. Les pillé enseguida, pero les dejé hacer porque me encanta que jueguen así. No suponía la encerrona que me iban a hacer cuando les pidiera que volvieran a recoger todo en el contenedor antes de irnos. Me miraron con ojitos brillantes, se abrazaron cada uno a una caja y me pidieron porfiiiiiiiiii si se las podían llevar tooodas a casa. "Como nos habéis tirado las otras...", me chantajeó el mayor. ¡Vaya si me conoce! Obviamente les dejé llevar sólo una. Y ni en sueños la enorme que ocupaba más que los dos juntos.

Iván eligió una con la que se había hecho un castillo habitado con piñas y palos. En un principio, cargó con todo el contenido, pero le eché un jarro de agua fría asegurándole que todo eso no entraba en casa. Al final seleccionó cinco piñas y me puso ojitos para que no desmantelara su adorado reino piña. Y sí, tiene todo el pack en su habitación y, por ahora, juega más con ellas que con los muñecos. Fascinante.

Daniel eligió una caja de zapatos que se abre de una forma muy singular y lo convirtió en su cofre del tesoro. En ella guarda sus pertenencias más importantes. Los dos me han hecho jurar y perjurar que no iba a tirar sus juguetes nuevos. Y, claro que he jurado. ¡Si no soy yo la que les tira los cartones! En fin, a ver lo que duran. De todas formas, estos pillos ya saben dónde abastecerse.

viernes, 27 de enero de 2017

El calcetín

"Iván tiene algo que contarte", me soltó su profesora enigmáticamente cuando fui a buscarle ese día. La cara del peque era de "como me preguntes no respondo de mis actos perretiles". Sopesé la situación antes de hacer nada. Supongo que al notar mi indecisión, su maestra se vio obligada a aportar algo más información, "Tiene que ir a buscar algo". Bueno, ya teníamos algo por lo que empezar.

Daniel se había alejado un poco para charlar con un amiguito, así que aproveché para llevarme al pequeño de la familia aparte y sin perder el tono amable y la sonrisa preguntarle suavemente. "Ay, Iván, me muero de la curiosidad, ¿Qué tenemos que buscar? ¿Es un juego?". "Naaaaa" contestó el chiquillo con desgana. "Al menos dame una pista", le rogué fingiendo excitación por el misterio y ahogando las ganas de gritarle: "¡¡Que me digas de una vez lo que ha pasadoooo!!"

"El calcetín de Pepito..." soltó de improviso removiéndose inquieto. "Oooh, que divertidooo. ¿Y por dónde empezamos a buscar?", me cogió de la mano, me llevó hasta el muro que delimita el patio del colegio y que da a un terreno mucho más bajo, metió la mano entre los barrotes y dijo "Ahí". "¡¡¿Has tirado el calcetín de tu amigo por ahíii?!! Digoooo... Uy y ¿como a acabado el calcetín de Pepito ahí?". El peque puso cara de poker "se cayó", afirmó sin más.

"Bueeeno. Mira. Vamos a jugar a frío caliente. Yo digo cosas y tu me dices si estoy cerca de acertar o no", Iván asintió medio convencido.
"Te has enfadado con Pepito"
"Frío"
"Te has encontrado un calcetín tirado por el patio"
"Caliente"
"Lo has cogido y lo has tirado por el muro porque te ha parecido divertido"
"Caliente"
"Pepito se ha enfadado porque has hecho eso"
"No me ha dicho nada"
"La que se ha enfadado ha sido la maestra"
"Muy caliente"
"Ya... Bueno, qué te parece si vamos a buscarlo para devolvérselo al pobre Pepito"
"Valeee", contestó muy bajito, "Pero a Pepito no le ha importado"

Entonces, le pedí a una madre que llevara a Daniel al parque hasta que volviéramos de nuestra aventura exploratoria. Mientras buscábamos por el camino de tierra que bordea la parte trasera del colegio, le iba explicando a Iván que antes de actuar hay que pensar, ¡y preguntar! Eso también es importante. Por ejemplo "¿Este calcetín es de alguien? ¿Te importa si lo tiro por aquí?" y tener en cuenta que sin el calcetín la playera puede rozarle el pie a Pepito y hacerle una herida... blablablabla

El chiquitín asentía a todo sin dejar de mirar en cada rincón a la vez que sorteaba las miles de cacas de perro.

"¿Cómo era el calcetín?" le pregunté esperando que por menos fuera rojo o de algún color chillón que nos facilitara la tarea. "Estaba lleno de arañas" ¡¡¡¡¡Aaaaaag!!! chillé yo. "No pienso tocarlo. ¡Vamonos!"

"Que nooooo, mamaaaaa. Que son arañas dibujadaaaas" me explica poniendo los ojos en blanco ante tamaña tontería que acabo de soltar. Sólo logré sacarle que eso así que tuve que buscar a ciegas. Pero tras una intensa labor tuvimos éxito y recuperamos el calcetín. Llamamos a la mamá de Pepito para que Iván le explicara lo que había pasado y le anunciara que mañana le llevábamos la conflictiva prenda. La susodicha se partía de risa con la historia y estuvo encantada de recuperarlo, aunque nos reprochó bastante veces que hubiéramos invertido tiempo en la búsqueda. Son cosas de niños, que los adultos vemos de una manera y ellos de otra totalmente distinta, pero veo necesario que haya consecuencias: Si le has perdido el calcetín se lo tienes que buscar o reponerlo con el dinero de tu hucha (era el plan B). Es lo justo. ¿No?

jueves, 26 de enero de 2017

Papel marmolado

Hace mucho tiempo vi un vídeo en el blog de Escuela Infantil Castillo de Blanca que me fascinó. te explicaba de una manera muy sencilla cómo hacer tu propio papel marmoleado. Un técnica para imprimir bellas formas en folios y luego usarlos en manualidades, como papel de regalo o, como en nuestro caso, para decorar las paredes.

El caso es que compré la espuma de afeitar y unas bandejas de plástico muy baratas (por si no sobrevivían) para hacerla lo antes posible, pero, entre pitos y flautas nunca veía el momento. Las Navidades han sido muy movidas, el curso está siendo difícil para Daniel con tantos deberes y exámenes, mi trabajo me absorbe bastante, la natación, que también les llevo bastante al parque, la casa... En fin, que pasaban los días y aquí no se hacía nada.

Hasta el día en que Daniel me prometió que haría la tarea muy rápido y bien, pero que quería una de esas actividades tan chulas que solíamos hacer antes. ¡Y lo cumplió! Así que saqué la espuma de afeitar, las bandejas de plásticos, las pinturas acrílicas, los palos de brocheta y recé para que no me pusieran todo muy perdido, porque, como ya he dicho, mi vida ahora mismo se rige por un reloj muy tirano y no hay sitio para muchos imprevistos.

Mis dos peques se arrimaron a la mesa con ojos brillantes y deseando empezar. Y eso que ni siquiera les había explicado aún lo que íbamos a hacer. Sólo poner la espuma de afeitar en los baldes ya les pareció extremadamente divertido. Luego alisala con la regla fue todo un reto. Sobre todo para Iván, que decidió que la espuma estaba demasiado pringosa para él y gritaba como un loco "¡¡¡Toallita, toallitaaaaa!!!" cada vez que la rozaba.

Eligieron los colores y empezaron a poner gotitas sobre la espuma siguiendo mis instrucciones. Luego sólo tenían que remover despacio con el palo de brocheta, formando ondas... o algo parecido, porque estos dos son muy ansias y removían como les daba la gana. Acto seguido poníamos el papel sobre la espuma coloreada y esperábamos un ratito a que calara la pintura. No mucho porque se nos puede romper (sí, nos pasó).

Sacamos el papelito y quitamos la espuma sobrante pasando la regla por encima como si fuera un raspador (no os liéis. Id al vídeo que ha colgado Blanca en su blog que lo explican de maravilla) y ¡sorpresaaaaa! Tenemos todo un cuadro en nuestro folio. Les flipó. repitieron el proceso con más colores sobre la misma espuma hasta que ésta se tornó más bien marrón.

Entonces Daniel me pidió guarrear a gusto y quien soy yo para negarle la experimentación sensorial. Pues una madre un poco idiota que luego tuvo que quitar espuma y pintura de los sitios más insospechados. Sólo diré que el pelo de Iván se tornó amarillo y eso que sólo tocaba la mezcla con los palillos porque le dan aprensión. El entusiasmo de Daniel acabó cuando su madre le llevó con pinzas al baño ara desnidarlo con cuidadito y evitar más desastres.

Luego le tocó a Iván, que a pesar de todo se había manchado también un poquito (y todo el pelo que le pringó su hermano). Les dejé con los pijamas y muy entretenidos con unos juguetes para recoger el campo de guerra que me habían dejado en el salón. Menos mal que había forrado la mesa con papel de periódico. Ahí solo tuve que arrugar, tirar y listo. Las bandejas y la regla acabaron en la bañera porque no se me ocurrió mejor manera de limpiarlas. Sí que sobrevivieron y ahora las uso para organizar el armario despensa.

Los papeles quedaron chulísimos. Tanto que al día siguiente ya estaban preguntando cuándo repetíamos la actividad.


miércoles, 25 de enero de 2017

Los Futbolísimos: El misterio de los árbitros dormidos

Los Futbolísimos es una serie que está teniendo un éxito atronador entre la población infantil y juvenil. Los elementos que han convertido a estos títulos en un fenómeno son varios. En primer lugar: que habla de fútbol, el deporte rey. Y eso, ya por si sólo es un punto a favor. Muchos peques sienten fervor por el juego y sigue con pasión las estrategias y estilos de su equipo favorito para luego intentar emularlas en su equipo o con los amigos. Pero no se queda sólo en eso.

En todas las entregas hay un misterio sorprendente, un suceso extraño, un acontecimiento que investigar y que hace que el protagonista, Pakete, y sus compañeros del equipo de futbol 7 Soto Alto de Sevilla la Chica se enfrasquen en una aventura subrrealista, inventen explicaciones inverosímiles y sigan pistas cogidas por los pelos. Todo por ayudar al equipo, cuya relación traspasa la de ser sólo compañeros porque han hecho un juramento secreto. Han prometido estar juntos pase lo que pase porque son... ¡Los Futbolísimos!

Aunque se den puñaladas traperas por detrás, aunque se rían los unos de los otros, aunque algunos ni se soporten... Pero por encima de todo eso, está el fútbol y el equipo. Y ellos harán lo que sea para permanecer juntos. Incluso traspasar los límites de la ley. Eso sí, de una forma hilarante y muy bien contada. Sin esos protagonistas ideales con grandes valores y ningún defecto, ni malos malísimos en los que no encontrarás nada que alabar. Aquí hay personas, con sus defectos, virtudes y meteduras de pata hasta el fondo.

El misterio de los árbitros dormidos es el primer tomo y en él se cuenta el principio, como es normal. Es el libro en el que hacen el juramento que les va a llevar a correr nada menos que las diez aventuras de los diez títulos de los que consta la colección.¡Se dice pronto! Envidio la imaginación Roberto Santiago, el autor. La primera vez que este extraño grupo de ¿amigos? deciden coger el toro por los cuernos y averiguar que diantres está pasando aquí, se encuentran con el extraño caso de árbitros que se quedan dormido y dificultan muchísimo que el Soto Alto no baje de categoría, o incluso, glups, llegue a disolverse. Un gran misterio que parece que ningún adulto está dispuesto a investigar. Se juegan mucho como para no involucrarse activamente en la resolución de tan peliagudo suceso. Y... se les va de las manos. Hasta ahí puedo leer. Bueno, en realidad me lo he leído enterito, pero hasta ahí puedo contar. Que es mejor leerlo a que te lo cuenten.

La encuadernación y las simpáticas ilustraciones llenas puntos de fuga angulosos, colores planos y expresiones más que logradas llama mucho la atención de los niños. En mi casa fue abrir el sobre y que unas pequeñas manos se hicieran con el ejemplar para ojearlo a gusto fuera de incordios maternales. El mayor me escondió el libro durante unos días para el solito. No llegó a leérselo porque, a sus siete años, no tiene la suficiente soltura para tanto texto, por muchas ilustraciones que contenga, pero no tuvo ningún reparo en pedirme que se lo leyera yo.

Y en esas estamos. Unos capítulos cada noche. Pronto lo terminaremos porque se lee muy rápido. La historia tiene muy enganchados a mis churumbeles que están sufriendo de curiosidad extrema y no sé ni cuantas veces me han pedido ya que les desvele al culpable antes de acabar el relato. Pero no me han convencido, ni me convencerán. ¡Eso es lo más divertido de los relatos de misterio!

Daniel es una gran admirador de Pakete y odia profundamente al pobre Toni. No sé por qué. Es un chulito egoistón, pero no es mala persona. A pesar de querer tanto al protagonista hay que ver que carcajadas da cada vez que le pasa algo al narrador de la historia. Iván, como siempre, prefiere las ilustraciones a la historia. Por eso, este libro tampoco está mal para leérselo en pequeñas dosis, porque tiene dibujos muy grandes y atractivos.

Estoy deseando ver que sus caras cuando se desvele la solución al misterio...

martes, 24 de enero de 2017

La cabalgata de Reyes en Las Palmas G.C.

Después de ver llegar a los reyes Magos en barco a la isla no nos podíamos perder su desfile tradicional. O eso pensaban el pater de familia y los niños, porque yo me hubiera quedado a verlos cómodamente desde el sofá. Pero noooo. A eso de las ocho de la noche, cuando mejor estaba con mi pijamita puesto, se les ocurre que hay que vestirse y salir a la concurrida calle.

La cabalgata empezaba a las cinco, pero termina por donde vive mi madre y tarda más de tres horas en llegar. El caso es que llegamos con dos niños hiper emocionados y todavía no había mucha gente, así que cogimos sitios en primera fila. Hasta ahí todo bien.

El caso es que no había mucha gente porque aún hubo que esperar casi una hora para ver pasar la primera carroza. Yo ya no sabía que hacer con los peques, que saltaban, corrían, gritaban y se portaban como los salvajes aburridos en los que se habían convertido. Para más inri, se ve que ha vuelto la moda del spray pringoso asqueroso y casi todos los niños llevaban uno. Mis chicos suspiraban porque les comprar uno, pero yo no cedí ni un poco. ¡Lo que faltaba! Si los que ya tenían uno en la mano la estaba liando parda pardísima. El aburrimiento es bueno en ocasiones, pero en otras puede ser terrible.

Tras aguantar hilos de gel cayendo a escasos centímetros de mi cara, dos niños perretosos, empujones sin fin de la gente que quería cruzar o colarse disimuladamente, apretujones porque los que llegaban luchaban con uñas y dientes por su primer puesto aunque ya no cupiera un alfiler... Por fin empezó la cabalgata, con ayudantes entregando caramelos en mano a unos peques entusiasmados y empujándolos lo más suave que pudieran para evitar desgracias. Los pobres venían hasta las cejas del gel del spray y con una cara de vinagre que echaba para atrás.

La policía era la más damnificada con la guarrería esa. No sé ni como podían ver para dónde iban. Uno de los agentes paró la moto para que lo peques se subieran a ella y tuvieran su momento especial, pero sólo le dio tiempo de montar a dos criaturas antes de que los organizadores le pidieran que continuara.

A mí ya me dolía todo de aguantar el tipo. Encima, nos vimos invadidos por una jauría de niños que no tenía ni idea de dónde habían salido y que ocuparon puestos delante de mis hijos. Daniel no se amedrenta ante nada y enseguida recuperó su posición, pero yo estaba de los nervios con la cercanía de las carrozas y lo hice volver para atrás. Si total, eran gigantes y se veían bien.

La misma idea debió de tener una de las madres de los invasores porque se desgañitó pidiendo a su churumbel que se hiciera para atrás y, como el peque hiciera oídos sordos, arrasó con quien tuvo el valor de meterse en camino y de un manotazo en la frente mandó la cabeza de su hijo hacia atrás produciendo un choque con la frente del mío. Yo alucinaba. Eso fue el detonante para que Daniel se deshiciera de mi abrazo y volviera a primera fila. Bastante tenía con el golpe que se había llevado. Como veía que los ayudantes cuidaban de su distancia de seguridad le dejé hacer jurando entre dientes y maldiciendo a la madre ogro en arameo.

Aunque no sé si peor me sentó la madre listorra que metió a su hijo pequeño en primera fila de un empujón y, cuando el peques estaba abducido por el espectáculo, se dedicó a llamarlo para que volviera a su lado. Evidentemente el chiquitín ni caso le hizo con lo que aprovechó para adelantar puestos con la excusa.  "Aaaay, si no viene él tendré que ir yo jijiji. No le voy a dejar solo, que es muy pequeeeño". Y allí que se plantó ella delante de otros niños para que el chiquitín que habían catapultado a los primeros puestos minutos antes no estuviera solito.

Y yo echando espuma por la boca. "Tranquila, Dáaacil" oía a Raúl a mi lado apretándome el brazo. Se pensaría que iba a empezar a morder cual zombi rabioso, pero yo paso, que no me vale la pena enfrascarme en un enfrentamiento cuando mis hijos están disfrutando igual de la cabalgata y sin pisparse de nada. Así que me contuve y sólo solté algún que otro comentario despreciativo en voz muy alta que fue convenientemente ignorado en cada ocasión.

Después de gritar a los reyes Magos lo buenísimos que habíamos sido todo ese año, pasaron las últimas carrozas y por fin se acabó el sufrimiento. El mío, porque los hombres de la familia volvían tan felices muertos de risa al oír mis gruñidos: "El próximo año no contéis conmigo, prefiero enfrentarme a un ejército de demonios sedientos de sangre en el mísmisimo infierno que a la legión de padres con el lema "Primer puesto o mueeeerte. Y si cae algún chiquillo que no sea el mío gruaarrrl".

Repito: con lo bien que se ve la cabalgata en la tele.

lunes, 23 de enero de 2017

Sesiones extraescolares especiales por Navidad: Natación

Me encantan las clases especiales que hacen por Navidad en las extraesciolares. Mis niños sólo están en Natación y es la primera vez que van a este centro por estas fechas. No tenía ni idea de qué tenían preparado, pero era un completo, vamos. Y me pareció genial. Podía asistir a las clases de los peques desde la tribuna y ver todo lo que han avanzado. Y bañarme con ellos otro día. ¡Con lo dos juntos! Eso sí que es dar facilidades. Encima te daban dos días a elegir para el baño en familia. No hay excusa.

Aún así me pillaron liada ambos días, así que me tocó salir corriendo de la comida de empresa con tres copas de vino en el cuerpo, ponerme el bikini, agarrar churumbeles y mochilas y tirar para la piscina. Menos mal que Raúl me ayudó a desvestirlos, vestirlos, traerlos y llevarlos, pero no se pudo meter en el agua porque andaba con un resfriado de aúpa. Lo cierto es que se quedó con las ganas y no se tiró de cabeza porque le hice entrar en razón. Para media hora de diversión, una semana de mocos y estornudos. No valía la pena.

Nos lo pasamos genial jugando con todas los juguetes de gomaeva que nos habían dejado al alcance y la portería. Había de todo. A mis peques, lo que más les gustó fue tirar las anillas, para que su mami y otro niño que buceaba de miedo las rescatáramos del fondo. Me espabilé enseguida y me lo pasé igual de bien que ellos. La verdad es que la piscina cubierta en invierno relaja un montón.

Fue genial y espero que repitan el día en familia el último día de curso, al menos.

También me pareció una idea muy chula dejarnos acceder a las gradas para ver la clase de los chiquillos. A ellos les hizo mucha ilusión dar la clase con nosotros babeando. Cuando le tocó a Daniel dejé al pequeño con el padre porque pensé que no le interesaría mucho el tema, pero cuando le tocó a Iván, tuve que llevarme al mayor porque no tenía canguro. Y eso disgustó mucho al chiquitín que aún me recuerda que él quería ver la clase de su hermano mayor. La próxima vez me lo llevo conmigo caiga quien caiga. Lo celos siguen caminos insospechados ainsss.

viernes, 20 de enero de 2017

Las casitas de cartón

Con los Reyes tan cerca mi casa se llenó de cartones y eso es sinónimo de diversión y creatividad. Mis chicos nos perdieron la oportunidad de usarlos. Ya conté que se habían hecho un coche, pero les debió parecer poco porque reutilizaron sus cajas para construir algo más grande. Necesitaron unas mantas y más cartones, pero se hicieron sus casitas al gusto de cada uno y no veas la de horas de juego que están dando.

El pater de familia está deseando tirar los materiales a la basura por el bien e higiene del hogar, pero se están salvando a base de cabezonería materna. Sé que tiene razón y que el cartón es el alimento preferido de las de las... ejem... cucarachas ¡puaj! casi me convence. pero los ojillos de mis infantes pudieron más y no puedo quitarles lo que ahora es su juguete preferido. Nada de lo que les ha traído los reyes puede ganar al influjo del cartón moldeable.

Iván hasta se ha hecho ventanitas. Y ambos han decorado sus casitas con sus mayores tesoros. A pesar de que ocupan un buen espacio de las habitaciones no tengo corazón para acabar con su juego lleno de imaginación.

Raúl sólo espera su oportunidad para poner algo de cordura en esta casa que empieza a parecer la del mismísimo Diógenes.

El pequeño ya le ha echado el ojo a otra caja enorme que íbamos a tirar. La señaló muy ilusionado preguntándome si se la daba. Ni él sabe aún para qué, pero ya está maquinando. Como esto siga así se nos va a llenar la caja de cartones o mi marido nos echa de casa. Una de dos.

miércoles, 18 de enero de 2017

Coser y contar

Coser y contar es un libro infantil que lo tiene todo: una historia con valores, una manualidad - juego y muchas posibilidades. Gracias a Boolino lo tenemos en casa y nos ha gustado mucho.

Mi idea era empezar con el cuento en cuanto se lo entregara a mis churumbeles y luego seguir con la aguja, la lana y las fichas para decorar, peeero, los peques se tiraron a degüello a por la actividad. Les llamó mucho la atención la aguja de plástico, que no entraña ningún peligro para sus deditos. 

Así que no me quedó más remedio que abrir el apartado dónde vienen las lanas para empezar a coser antes que a contar. Tampoco me dejaron leer tranquilamente las sencillas instrucciones de la actividad. Enseguida, el mayor se puso a coser bajo la atenta mirada del pequeño y, cuando quise intervenir, ya había usado toda la lana roja en Gabo, el perrito, de una manera un tanto libre.

Cuando le tocó el turno al pequeño, corté la lana azul en trozos más pequeño como aconsejaban en las instrucciones y le enseñé cómo doblarla para enhebrarla en la aguja. Estuvo otro ratito pasando la aguja de un lado al otro de Fido, el ratón, pero al igual que su hermano, no quiso ni oir hablar de cambiar de color, ni de usar otro elementos decorativos como botones. Para qué iba a liar más la cosa si el tema ya le exigía concentración para acertar bien en el agujero.

No sólo es divertido y diferente a todo lo que habíamos hecho hasta ahora, sino que la actividad de coser es buenísima para la fomentar la concentración, la coordinación ojo mano y la psicomotricidad fina, lo que les viene de miedo a los peques. 

Por ahora no consigo que se concentren más de cinco o diez minutos, pero con lo movidos  que son no es mal record.

Tras la sesión de costura del primer momento los senté a mi lado para conocer a Sira, Fido, Guida, Dana, Bubo, Max y Lía en una aventura en la que se ensalza el trabajo colaborativo y la buena alimentación. Me sorprende como a mis niños les enganchan todavía hasta las historias más sencillas y que los argumentos más complicados no le hayan hecho perder el interés por este tipo de cuentos infantiles. Me sorprende y me encanta que sea así.

Pasamos un buen rato acompañando a los protagonistas en su día en el huerto. A partir de entonces, cuando cogen las fichas ya saben quien es quien antes de ponerse a decorarlo con la aguja de plástico y lanas de colores (aún no he conseguido que añadan botones decorativos).