jueves, 30 de noviembre de 2017

El golpe tonto y la tela que trajo

A ver. Si tu hijo mayor está haciendo el cabra y de repente se da un golpe muuuy tonto y te mira  con cara de poker, qué es lo más fácil que pase. Pues que te entra la risa. Jolín. No lo veo tan grave. Él se ríe por cada paso en falso que doy yo y son bastantes. No os creáis. Que una es torpilla de nacimiento. Menos mal que lo llevo con humor.

Humor que el pequeñajo éste no tiene. Doy fe. De repente, el "aquí no ha pasado nada" se convirtió en un energúmeno rencoroso y lleno de odio (hacia mí por reírme). Me llamó de todo e incluso me dio con sus puños, menos mal que no dio fuerte (tanto no me odiaba, menos mal) pero vaya perretón. De los que hacen historia.

Y cuando más se endemoniaba, más risa me entraba a mí. ¿Creéis que es fácil controlar los ataques de risa? ¿Lo creéis? ¡Pues no! Definitivamente no es fácil. La cosa no hacía más retroalimentarse y no pintaba que fuera a tener un buen final. Así que hice un esfuerzo sobre humano para poner mi cara más seria y tranquilizarle a base de mimitos, abrazos y palabras dulces.

Pero oye, volvía la maldita risa. ¡Y yo no podía controlarla! y el peque más se enrabiaba y más se enrabiaba y aullaba de dolor. Sí, ahora, de repente ¡le dolía como si le estuvieran aplastando el pié con una plancha hidraulica.

Al final acabé por enfadarme y menos mal porque así logré dejar de reír y poner un poco de sentido común en la situación. A esas alturas Iván tampoco ayudaba mucho a que su hermano se calmara porque sus carcajadas seguían sonando hasta en Constantinopla.

Pero poco a poco y muuuucha paciencia. Logré que los aullidos, insultos y golpes bajaran de intensidad. Le pedí perdón por reírme, pero también le pedí que fuera más comprensivo con esas situaciones. Más si tenemos en cuenta que él también lo hace hum hum.

Evidentemente, no me perdonó la ofensa pero dejó que le quitara el calcetín para ver los daños. Estaba segura de que tenía más cuento que Calleja, pero de repente vi un dedo pequeño tres veces más grande de lo normal. ¡Ostras! Pues sí que se había hecho daño. Como en un principio ni había reaccionado, pensé que los aullidos eran más de enfado que de dolor. Enseguida le puse una cremita anti inflamatoria con mucho esfuerzo porque no se dejaba tocar y no estaba quieto ni a tiros.

Más gritos, más aullidos, más insultos, más rabieta, hasta que finalmente logré aplicarle la crema y volver a poner el calcetín.

Al día siguiente, sólo cojeaba cuando se acordaba. Y hasta trepó por un árbol cuando creía que no le veía. Otra vez pensé que era merecedor de un Oscar, pero el caso es que por la noche el dedo estaba aún más grande. Y un cardenal le recorría gran parte de la piel. Le puse más crema y más crema, pero me negué a llevarle al médico si era capaz de trepar a un árbol así. Ni tampoco cedí a sus chantajes emocionales aunque me tachara de cruel y mamá sin sentimientos. Pero como le voy a tomar en serio si ahora cojeas y casi te tengo que llevar en volandas y al siguiente corres que te las pelas.

En fin, que tras cinco días el dedo ya ha vuelto a su tamaño normal y el peque ya ni se acuerda de cojear. Pero sí se acuerda de que yo me reí cuando él estaba sufriendo ainsss

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Dos padres por desigual 2


Antes de llevar a mis niños al cine a ver cualquier película siempre les enseñó el trailer. Así van con más ilusión a verlas. Cuando les puse el de Dos padres por desigual 2 no paraban de reírse. Y luego estuvieron repitiendo los chistes una y otra vez hasta la saciedad. La verdad es que dudé un poco en ir porque me pareció que a lo mejor Iván, de seis años, podía aburrirse. Imagen real, sin aventuras épicas... Era arriesgado. Pero cuando le vi partiéndose con el trailer y luego jugando con su hermano a no mirar a los ojos al macho alfa (en ese momento nuestro gato fantasma, que les huía elegantemente sin comprender muy bien de qué iban esos dos bichillos), me di cuenta que los dos la iban a disfrutar a tope.


A ver, el argumento no puede ser más típico y los gags tampoco van a ganar un premio a la orginalidad, pero los actores se meten a tope en sus extravagantes y exagerados papeles para hacerte llegar a la carcajada fácil en cero coma. La relaciones entre todos los personajes son muy difíciles y nadie está dispuesto a poner mucho de su parte para ceder, así que supongo que, a pesar de que lo lleven al extremo, es algo que pasa en casi todas las familias cuando se reúnen por Navidad, aunque cada uno con sus estructuras familiares.

Los protagonistas de la primera (que no he visto y de la que no puedo opinar, pero que mis hijos me exigen ver lo antes posible) se enfrentan a un nuevo reto. Después de llegar a un entendimiento muy amistoso en la primera parte, ahora tienen que lidiar con la vuelta del padre macarra, ligón, machista y rebelde de Dusty, a la vez que con el emocional, parlanchín y bienintencionado padre de Brad. Una mezcla muy explosiva a la que se suman las esposas, niños de otros matrimonios y otro ex. Secretos, rencores, celos, envidias y... amor, mucho amor. Jolín. Que se ambienta en Navidad. Y ya se sabe que en estas fechas o amor o nada.

A mí, lo que más me ha gustado es el mensaje de que puedes hacer lo que sea por la felicidad de los niños, por muy imposible que parezca. Incluso llevarte bien con lo que tu piensas que son una panda de chiflados idiotas. Y quiero resaltar la parte en la que uno de los niños va a vivir un momento muy emocionante y a la madre casi le da un ataque de histeria porque no encuentra su móvil para hacerle la foto, vídeo, o lo que se preste. Me siento muy muy identificada.

A mis hijos lo que más le ha gustado es el momento creepy de la niña en el hospital y el ataque cariñoso de los lobitos al abueluchi. Y no cuento más que este post tiene que ir sin spoilers

Advierto que se dicen muchas palabrotas (mis hijos encantados, claro. Grumpf). Cuando vi el cartel pensé que era la típica comedia familiar, pero después de verla yo diría que va dirigida a un público mayor que la edad de mis hijos. Es más, acabo de mirarlo (tan buena madre yo) y la edad mínima recomendada son trece años. ¡Ole por mí! Pero, el caso es que , a pesar de las palabras malsonantes, los chiquillos la han disfrutado a tope. Advertidos quedáis para que no os presentéis con churumbeles menores y luego los tengáis repitiendo las palabrotas "sin querer" todo el día (Ainss, la de castigos que volaron esa tarde por pasarse de listos).

Ahora le cuentan a todos los que quieren escucharles que han visto una película muy muy muuuuy de risas y la cuentan a su manera, que también te partes.


lunes, 27 de noviembre de 2017

Carta de Reyes

Después de que Iván escribiera tres cartas y las perdiera y que Daniel nos mareara con repetidos "Y yo que sé qué quiero para Reyes" logramos poner a los peques a escribir una carta en serio que sería religiosamente echada al buzón al día siguiente sin dilación. Sellando el destino de los regalos navideños

Este año ha habido concilio para ponerse de acuerdo entre ellos y pedir cosas diferentes para luego juntarlas y poder disfrutar de más juguetes. Ahí han sido listos. Aunque hay una cosa que han pedido los dos para evitar malentendidos: ¡Cartuchos de tinta! Vaya cosa para pedirle a los Reyes. Pero es que resulta que quieren imprimir muchas cosas y están hartos de que les digamos que la tinta no se coge de los árboles, así que han decidido pedírsela a quienes saben que no se la van a negar. Aunque con lo que cuestan los cartuchos... ¡Buf!

Supongo que le traerán uno y luego un vale para otro porque si no me temo que el segundo cartucho se va a secar. A lo mejor les estoy subestimando.

También han pedido unos juguetes basados en un videojuego que triunfa mucho en casa últimamente: Angry Birds Star Wars. Esto demuestra que no están enganchados aunque pueda parecer lo contrario. ¿Por qué si no querrían jugar a eso con juguetes en vez de con la pantalla? De hecho, no han pedido ningún videojuego estas Navidades.

Un gran ganador de las cartas es Lego, sobre todo Star Wars. Se ha ojeado el catálogo y han escrito hasta los códigos para que los Reyes no se equivoquen ni un poco. Madre mía. Que nivel.

Daniel, que es muy listo ha añadido al saludo a Papa Noel "Y que se organicen entre ellos". Me a explicado que si le traen los regalos estrellas el 25 mejor que el 6. No es listo ni ná. Dice que ha puesto poco para que le llegue lo que realmente quiere. En cambio, su hermano, tiene el límite en el cielo porque ha escrito una lista kilométrica y no se ha molestado ni en saludar. A ver si estos Reyes se van a perder en detalles. Al grano, al grano.

Aunque yo ya tengo claro que estos pillos saben la verdad y se hacen los locos. Por lo menos el mayor, que ha venido a explicarme detalladamente su carta y me ha dejado muy clarito los juguetes que quiere sí o sí, segurísimo, y los que le importaría menos que no le llegaran. Ha acabado con un "Espero que los Reyes no me decepcionen, ¡eh? maaaami". Jolín, que presión.

viernes, 24 de noviembre de 2017

El diente perdido de Iván

"¡¡Aaaaah mamáaaaa!!" acudí corriendo ante tal llamada de angustia.
"¿Qué pasa, qué pasa?" En el salón me encontré un escena muy extraña. Iván miraba su bocadillo horrorizado y Daniel lo miraba a él con asco.
"¿Pero qué pasa?", volví a preguntar.
"¡Mi bocadillo tiene sangre!" exclamó el pequeño acongojado
"Que ascooooo", le coreó el mayor.

Extrañada me acerqué a la mesa en la que estaban merendando y examiné la causa del alboroto. Efectivamente había rastros de sangre justo donde el chiquillo había mordido. Le pedí que abriera la boca para examinarla y tal y como yo pensaba ahí estaba la fuente del problema.

"¡Se te ha caído un diente!" exclamé emocionada. "Yujuuuu", gritó él que ya estaba deseando desde hacía mucho tiempo que sus dientes de leche se decidieran a irse con viento fresco como le sucedía al resto de los compañeros. Justo había desaparecido una de las paletas que formaban la doble fila de los dientes tiburon. "Yujuuuuu", dije yo también. Le acompañé al baño y le hice enjuagarse unas cuantas veces para quitarse la sangre. El pobre lo estaba pasando mal con el tema.

"Pero, ¿dónde está el diente?" inquirí. El pequeño se encogió de hombros. Volví a examinar el bocata a conciencia. También la mesa, el suelo, la silla... Interrogué a su hermano por si había visto algo... ¡Nada! El diente había desaparecido.

Daniel sugirió que esperáramos a que su hermano hiciera caca para seguir investigando, pero al final llegamos a la conclusión de que no valía la pena llegar a ese extremo y el chiquillo se quedó muy conforme con que el euro se lo diera yo en vez del ratón.

Su hermano le aconsejó que le dejara una carta al ratón explicando lo sucedido, pero como no lo vi muy por la labor le di el euro y se quedó tan contento. Al día siguiente fuimos al kiosco a comprar su primer regalo por dientes de leche.  No podía haber un niño más feliz. Espero que tenga más cuidado con su próximo diente.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

La danza de la lluvia

Esto de que no caiga ni una gota del cielo es grave y muy preocupante. Un asunto del que los adultos no dejamos de hablar. Ahora eso de hablar del tiempo ha dejado de ser tan banal y se ha convertido en el tópico conversacional más recurrente con diferencia.

Supongo que los niños, que tienen unas antenas parabólicas tremendas se han hecho su propio análisis de la situación. Lo cierto es que no me extraño cuando una tarde de parque u amigo de Daniel se avitualló de ramas y comenzó una extraña danza al ritmo de sus grititos. Desde luego logró llamar nuestra atención. "Estoy bailando la danza de la lluvia para que llueva" contestó a nuestras preguntas.

El resto de los críos no tardaron en unirse a ellos. Hasta Iván y sus amigos, que normalmente juegan contra Daniel y los suyos y no con ellos (estoy de las guerras de palos hasta el moño).

Enseguida se hicieron con sus hojas y palos para agitarlos y lanzar berridos al ritmo de sus saltos. Estaban dando espectáculo gratis. A mí, personalmente me hacía mucha gracia. Y si encima lograban su objetivo...

Enseguida nos olvidamos de ellos y seguimos a lo nuestro, pero mi hijo mayor no tardó mucho en acercarse a pedirme que le acompañara dónde estaba la cuchipandi. "Necesitamos algo tuyo". Muy intrigada le seguí.

Los peques habían hecho una especia de construcción antena con palos y me miraban muy sonrientes. En cuanto llegué a su lado, uno de ellos me pidió el mechero. "¡¡¿Qué?!!" respondí incrédula.

"Necesitamos encender estas ramas para que llueva", me explicaron muy serios, "¿Me estáis diciendo que queréis encender un fuego en un sitio lleno de vegetación seca en el que hace meses que no llueve como debiera?", "Síiiiiiii" exclamaron todos con los ojitos brillantes y enormes sonrisas. "¡Qué locura!" grité echándoles un jarro de agua fría, "¡¡¿Queréis incendiar el parque?!!", les reproché. "Mami, tú déjanos el mechero y ya verás que llueve", comenzó mi niño mayor. Estoy segura de que tenía un millón de argumentos preparados para convencerme pero no le di oportunidad porque le aseguré muy seria que yo no tenía mechero porque ¡No fumo! Y nunca he fumado.

"Eso es imposible", soltó uno de los chicos, "Todos los adultos tienen un mechero en el bolso", aseguró como si fuera una gran verdad del universo. "Pues yo no y ninguna de vuestras madres tiene" y con eso pretendía zanjar la cuestión.

Los peques se desilusionaron mucho, pero no son de perder el tiempo en lamentaciones cuando el tiempo corre y pronto tendrían que irse a casa a hacer deberes. A los pocos minutos volvían a berrear y dar brincos locos por todo el parque.

No lograron nada.

Sigue sin llover.

martes, 21 de noviembre de 2017

Feria Aprendemos jugando

Esta fin de semana queríamos pasarnos un rato muy divertido en la Feria Aprendemos jugando. El programa nos parecía de lujo así que nos las prometiamos muy felices, pero el mayor se puso malito y tuvimos que replantearnos el tema.

Entre el papá de la criatura y yo quedamos en que si para el domingo Daniel no se ponía bueno, me iría yo sola con el pequeño. En cuanto el niño se enteró del plan le volvieron las fuerzas y todo fue decir lo maravillosamente que se encontraba con una carita verde pálido y unas ojeras que le llegaban a los pies.

Tanto insistió que al final fuimos toda la familia a la feria, pero menos tiempo del que hubiéramos querido para no meterle paliza al niño. Los peques entraron en el Museo del Ferrocarril como dos torbellinos queriendo verlo todo, tocarlo todo, jugar con todo...

Lo primero que hicimos fue pasar a saludar a Diana, de Mamá tiene un plan, organizadora del evento junto con Menlo Park. La felicitamos por el evento que habían montado. No faltaba detalle.

Lo primero que encontramos fue el cinesferic, de JCMadrid, con una exposición espacial chulísima en la que los chiquillos podían tocar con sus propias manos una roca lunar. ¡Alucinante! Daniel no paraba de hacerle preguntas muy entusiasmado al chico disfrazado de astronauta, pero yo no alcanzaba a oirlas porque estaba guardando sitio en la cola para entrar a ver la película de 360º. Nos encantó la experiencia aunque Daniel salió muy enfadado porque la gente no sabe comportarse. Lo cierto es que el pobre quería enterarse de todo lo que se decía en el documental sobre el comienzo de la vida y muchos espectadores no pararon de hablar y comentar las imágenes sin ningún tipo de respeto. Entiendo que los niños hablen, son pequeños, pero que los padres no pararan de rajar y decir tonterías sí que me enervó un poco. ¿No se supone que deben dar ejemplo? Ni siquiera se cortaban con los continuos Sssssh, ni cuando un padre, ya bastante harto de la situación, les mandó callar directamente. En fin, aún así nos encantó el cinesferic.

De ahí nos fuimos a dar una vuelta, lo cierto es que había puestos para todos los gustos. Desde referidos a la salud, los juegos de mesa, la seguridad en internet, libros, juguetes, educación... Era muy difícil elegir nuestra siguiente parada, aunque mis hijos lo tuvieron muy claro: las tablets del puesto de seguridad en internet de IS4K. Allí estuvieron jugando a pararle los pies a los virus informáticos un ratito, pero no mucho porque se nos iba la mañana volando y queríamos ver mas cosas. Huelga decir que se mosquearon bastante cuando les sacamos del stand de los videojuegos. Aunque el juego está en su web y podrán jugar en casa.

Logramos ponerles de mejor humor en el stand de Taguriz, una tienda de juegos online que se había traído algunos muy chulos para toda la familia como el del Oro del Orinoco, Dragones de fuego, el Laberinto Mágico, El Frutalito o El Kuko Kiko estrena nido. A éste último le teníamos muchas ganas, pero no los encontrábamos en ninguna ludoteca. Por fin hemos podido jugar y ¡es chulísimo! Teníamos cada uno seis huevos. El que le toca saca palillo, si tiene el mismo color en ambas puntas pone el palillo, si no tiene que sacar otro palillo cuya punta visible sea del mismo color que la punta del palillo que hemos sacado con anterioridad. El máximo son tres palillos. Luego ponemos los palillos que hayamos sacado e intentamos colocar nuestro huevo sin que se caiga dentro o fuera de la caja y sin tirar ningún palillo de huevo de los adversarios porque entonces nos penalizan de diferentes formas. Gana el que primero quede sin huevos. No nos quedamos mucho más porque no contaban con mesas para jugar (normal, teniendo en cuenta el espacio del andén) y no resultaba muy cómodo echar más partidas.

Además, los peques le habían echado el ojo a algo flipante: una camiseta con realidad aumentada para aprender sobre el cuerpo humano con una aplicación chulísima. Se llama body planet y les tuvo fascinados un buen rato. Yo quería comprarlas en ese mismo momento, pero a Raúl no le gustó la idea de fomentar la conciencia consumista de los peques, ya de por si extremadamente desarrollada, y al final me quedé sin camisetas. Menos mal que están online. Es un regalo muy original para Navidad.

Lo que me pareció extraño es que no se pararan en el stand Electrick Bricks, donde habían unos legos gigantes chulísimos. A lo mejor pensaron que eran un poco para bebés. El caso es que sólo se pararon a coger el catálogo de Lego, superimprescindible para hacer la carta a los Reyes.

Un poco más adelante nos topamos con un castillo hecho de globos que llamaba mucho la atención. Allí nos informaron que en una media hora comenzaba una pequeña obra de teatro relacionada con la ciencia por si queríamos apuntarnos. ¡Claro que queríamos! Como faltaba  mucho seguimos paseando y nos topamos con el stand del Club de Esgrima de Madrid. Se lo habían montado muy bien y el taller prometía mucho pero mis hijos me hicieron saber que no querían perder tiempo en colas porque aún quedaba mucho que descubrir y el tiempo volaba.

Entonces nos topamos con el stand de Marco Topo y los chicos que están detrás de esta increíble app para acercar la cultura a los más pequeños de una forma divertida. Fue genial desvirtualizarles por fin. ¡Son encantadores! Regalaban una muestra de su app para que los niños lo pasaran genial investigando el Museo del Ferrocarril. Una pena que no nos diera tiempo a hacer el juego porque a mis hijos les encanta, pero Daniel ya estaba mostrando signos de que se empezaba a encontrar bastante regular y no nos dio tiempo.

Hemos hecho el recorrido del Museo Sorolla y del Museo de Ciencias Naturales y son muy recomendables. Lo pasas genial investigando para salvar a los Flopis. Por cierto, que están buscando nuevos Flopis. ¿Quieres ser el autor de uno de estos monísimos bichillos? Pues sólo tienes que dibujar uno, ponerle un nombre de no más de cuatro letras y subirlo a twitter, facebook o instagram etiquetando a @ClubMarcoTopo. Fácil ¿Eh? Mis hijos ya están dándole vueltas a sus diseños. Sólo espero que no hagan el Flopi zombi, que les conozco.

Ya era la hora del teatro y tuvimos que volar hasta el castillo de globos. Una vez en la cola tuvimos la suerte de encontrarnos con Sara, de Escucho y masajeo, una gran profesional que nos ayuda a relajarnos a través de masajes y charla. Tenía un stand muy cuco con esterillas, cojines y pinturitas. Ideal para que los peques hicieran un alto.

A su lado me encontré a Lee, de Babytribu, presentando su libro, Crecer en tribu, perfecto para familias que quieren pasar tiempo divertido y de calidad con sus hijos. La estaba saludando cuando Sara, de Tribu Creciendo Juntos, se nos acercó. Cuanta gente estupenda reunida en un sólo lugar.

Al poco, nos metimos en la sala en la que se iba a celebrar la obra de teatro. La historia giraba alrededor de un despistado científico y su ayudante que querían ayudar a las plantas a crecer más deprisa para evitar la deforestación. La verdad es que los niños se lo pasaron en grande con los actores, sus chistes, canciones, experimentos y sorpresas.

Al finalizar la obra nos contaron que les podíamos seguir la pista en su web. Eran Kazumbo teatro, una compañía que hace teatro para familias divertidas. Ahora mismo, tienen una obra en marcha en el teatro Nueve Norte, El bosque de los elementos, de la que nos dieron una muestra y que promete mucho.

A la salida del teatro nos encontramos otro descubrimiento muy chulo: Academia Play, una plataforma educativa, universal y gratuita que pone a disposición e alumnos y profesores unos vídeos geniales y muy didácticos. Mis hijos no despegaron la nariz de la pantalla de televisión hasta que no les aseguré y juré cien veces que podíamos ver los vídeos en internet. Tienen cosas muy chulas en su tienda.

Hasta tuvimos un ratito para subirnos a los trenes que están abiertos al público. Si no lo hacemos a estos dos trastillos les da una síncope. Y eso que estaban hasta arriba y más allá, pero se vé que para los niños es de obligada visita.

Nos fuimos de ahí con muchísima información y dos niños con muy pocas ganas de dejar el recinto, aunque uno de ellos ya apuntaba decimitas. La feria nos ha parecido muy completa, llena de curiosidades y experiencias fascinantes. El próximo año repetiremos.







lunes, 20 de noviembre de 2017

Gamificando las tablas de multiplicar y el cálculo mental

Las tablas se le están atragantando demasiado a Daniel. Son taaaan aburridas. Las disfraces como las disfraces siguen pareciéndole aburridas. Da igual que le hagas tirar dados de rol, que un super héroe le pida que descifre enigmas para salvar el mundo o que un troll le golpee con una porra con pinchos cada vez que falle una. Él seguía bostezando.

Una tarde que prometía contener muchos lloros porque no había manera de que se centrara en las malditas tablas (ni siquiera en la del dos, tal era la desidia) cuando de repente saltó la chispa de la imaginación. Él me preguntó: "Mami, ¿y si jugamos?", desde el fondo se oyó la voz del padre "¡¡Primero las tablaaaaas!!", a lo que el chiquillo contestó: "Es un juego de tablas de multiplicar, porfiiii".

Le di la oportunidad de explicarse aunque yo ya andaba calentita en vista de los pocos resultados. El juego consistía en que él se tumbaba boca abajo sobre mis piernas, entonces yo tenía que darle a elegir entre tres tipos de masaje. Sólo podía "comprar" si decía las tablas "un poco bien" y si las decía perfectas se desbloqueaban mundos.

No me pareció mala idea, aunque sí un poco complicada. Empezamos por el mundo de Hawai porque él mismo lo sugirió. Tenía los masajes tornado, lluvia e islas, cada uno de un tipo diferente. Me dijo la tabla del dos del tirón y eligió islas. Como lo había dicho bien desbloqueó el mundo animales con Elefante, gato, perro y Murciélago. Con las tablas del 3 y cuatro acabó de comprar Hawai y desbloqueó Hawai 2 que tenía Tifon, Tsunami y paraiso. Como las dijo perfectas, además desbloqueó el mundo monstruos con drácula, zombi y hombre lobo y el mundo Helado con Bolas de helado, sirope y toppings. Con la del 6 y la del 7 se compró el masaje de murciélago y bolas de helado, pero no desbloqueó nuevos mundos porque no las dijo perfectas. Mientras cantaba una tabla de multiplicar le hacía el masaje de los que tuviera comprado que él eligiera.

En realidad, sólo tenía que estudiarse ese día hasta la del cuatro, pero se lo estaba pasando tan bien que por él hubiera seguido hasta la del 10. Lo que pasa es que teníamos que empezar con baños, cenas, cuento... Nunca se sabe lo que nos va a funcionar. En este caso él mismo me dijo cómo quería gamificar su estudio.

Cuando se fue a la cama tuve que hacer un ejercicio de memoria para apuntar en un papel los mundos desbloqueados y los masajes comprados. Sabía que el juego no acabaría esa noche.

Y tenía razón. Al día siguiente Daniel propuso estudiar cálculo mental y seguir jugando a los masajes. Le decía tres operaciones y según las dijera todas bien, fallara, tardara demasiado o usara los dedos podía comprar, desbloquear o nada. Y mientras calculaba masajito que elegía de los que tenía comprados. Menos mal que escribí el papel porque ya llevamos unos cuantos. Si a alguien se le ocurren masajes raros que me los chive porque se me acaban las ideas. Ya tenemos pisadas de animales, caracoles, esferas, puntitos, deditos, palmaditas, amasamientos, tipo arañitas, rascando...

viernes, 17 de noviembre de 2017

Libro Comida divertida para niños

En el cole de los niños la biblioteca abre dos días de la semana después de las clases para motivar a los peques a leer. Me parece una fantástica idea. Nosotros vamos siempre que podemos y de vez en cuando encontramos verdaderos tesoros. La mayoría de las veces mis hijos cogen el cuento de La mora, es que les flipa, pero como pueden coger dos cada uno, siempre llevamos alguno nuevo (repiten mucho los títulos. Es curioso).

Hace poco Daniel encontró uno que le enamoró completamente. Se llama Comida divertida para niños y es absolutamente visual. A través de fotos nos cuenta como montar divertidos animales sin necesidad de hornear o usar la vitrocerámica. Ideal para mi pequeño cocinillas.

Se emocionó tanto que tuve que acabar yendo al supermercado para coger unos ingredientes que nos faltaban y hacerle feliz esa noche montando el primer animalito.  Podíamos elegir entre hamburguesas, perritos calientes, sandwiches, platos de pasta, de verduras o de frutas. Él eligió un perrito caliente con la cara de un gato.

Cuando tuvimos los ingredientes se puso manos a la obra muy feliz. Su hermano desistió antes de empezar porque no le apetecía nada. Se dedicó a mirar como lo hacía su hermano y a jugar con un juguete. Tampoco quiso que se lo hiciera yo. Se ve que él es más clásico. En vez de pepino, usamos champiñones porque olvidé comprar lo primero y en vez de los bigotes verdes, que no sé ni lo que son, usamos espaguettis de calabaza.

Quedaron muy chulos.

Los siguientes días hicimos también el erizo (que nos salió bastante mal porque las peras eran enanas y las uvas enormes) y el mosquito de frutas, que eran muy sencillos y podíamos montarlos con ingredientes que ya teníamos. A Daniel le encantan estas cosas, pero al pequeño seguía pasando del tema. Aunque ahora sí que pedía que se los hiciéramos para luego comérselos. Que pillo.

Y no dio tiempo a hacer nada más en esos quince días. Parece mentira, pero el tiempo pasa volando y no es tan fácil encontrar los huecos.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Una heridita en el parque

"Parece que a Iván le ha pasado algo", me indicó una madre en medio de una conversación de tarde de parque. Miré hacia dónde me indicaba y vi a mi benjamín acercándose despacito con cara de ligera angustia. Venía cogiéndose una mano con la otra como si le doliera mucho.

Me preocupé un poco y fui a su encuentro. "¿Qué te ha pasado? ¿Te has hecho daño?", suelen ser mis palabras exactas cada vez que veo que un hijo mío se acerca a mí con esa expresión en la cara. El peque asintió y me mostró la mano sin decir palabra. En la palma había una rajita bastante pequeña. Como Iván estaba esperando una respuesta adecuada a la gravedad del asunto de su mami tuve que poner las neuronas a trabajar muy deprisa. ¡Jolín! Que eso yo a su edad lo consideraba una fruslería, pero se ve que el niño se estaba aburriendo de su juego en el parque y ahí tenía la escusa perfecta para reclamar mi atención.

"Siiiih, bueeeeno..." comencé vacilante. El chiquillo ni pestañeaba, "Ya veo el problema. Pues si, en efecto. Te has hecho una heridita, así que vamos a proceder a lavar..."

"Nooooooooo, lavar noooooo", ahora sí que pestañeaba y daba saltitos y hacía un teatro merecedor del oscar. No iba a dejar que se llevara los mimos gratis, así que seguí insistiendo hasta que me dejó echar un poco de agua de la botella sobre su mano. No negaré que dimos un poco el espectáculo, pero me salí con la mía antes de empezar la sesión de mimitos.

Que se alargó y se alargó... y se alargó. "¡Pero bueno Iván! ¿Qué pasa? ¿Por qué no quieres ir a jugar hoy?", le solté cuando ya me pareció que estaba abusando de la situación un pelín demasiado.

"Es que no pueeedo. Tengo una heriditaaaa" se quejó mostrándome de nuevo al mini raja, "Si me voy a jugar se me ensuciará, jooooo".

Aaay, que paciencia hay que tener

"Quiero una tirita" dijo con expresión tozuda en la cara. Oh oh, eso significa que sólo se irá de ahí con su tirita. Cuándo se enterarán estos fieras que las mamás no somos mágicas y no podemos hacer aparecer cosas con sólo chasquear los dedos. ¡Ojalá!

A ver. Saquemos la vena McGuiver. Rebuscando en su mochila entre las mier... esto... los tesoros que había encontrado en el patio ese día (cada día me sorprende con nuevas cosas recogidas del suelo: piedras, hojas, palos, restos de envases, gomaespuma azul... ¡De dónde sacaría la gomaespuma azul ¡ugh!). Tuve suerte y ese día había encontrado una cuerdita. Yuju.

Con eso y un clinex le hice un cutre vendaje aparente que le dejó lo bastante satisfecho como para volver con sus amigos a jugar.

El que diga que cada día de maternidad no es una aventura no sabe lo que dice.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Galletas estrella de castañas

Estaba yo navegando en twitter tranquilamente cuando un tuit llamó poderosamente mi atención era de Madre Reciente y hacía alusión a un post de la Gulateca sobre unas deliciosas castañas ideales para Halloween. Me relamí golosa (el dulce es una de mis debilidades) y archivé el post en cosas pendientes para el próximo 31 de octubre. Menos mal que la autora del tuit me abrió los ojos y me sacó de mis estrechas miras. ¿Para qué esperar? Cambia de fantasmas a estrellas e ideal para las Navidades que ya se huelen.

Lo cierto es que son ideales para otoño. Jolín, que el ingrediente principal son deliciosas castañas asadas (Mmmmm... otra de mis debilidades).

¡Decidido! Busqué los ingredientes y me metí en la cocina con el firme propósito de dar una sorpresa a Raúl y los churumbeles. Lo cierto es que es ideal para hacerlas con ellos, pero estaban liados y... Buenos, vale, que no tenía ganas de cocina encharcada ese día. Vale, ya lo he dicho.

Pero no fue tan fácil porque Daniel tiene un radar para estas cosas y poco después lo tenía en la cocina. Otra confesión: pasé de los pasos detallados del post y lo metí todo a trocmocho en la thermomix, como hago siempre. Para que voy a engañar a nadie.

A ver. Que las castañas las asé al horno como sugerían en el post (tenían tres sugerencias y me pareció la más fácil y limpia). Luego las piqué sin llegar a hacerlas puré. Dejé trocitos como recomendaba la autora de la receta. Pero luego ya metía el resto de ingredientes pesando en el vaso. Lo mezclé todo a velocidad 3 y ¡ale! a hacer bolitas.

Justo en ese momento llegó el mayor. Se empeñó en ayudarme a hacer bolitas y lo que hacía era comerse la masa. Después se nos arrimó el pequeño que ya devoraba la masa sin disimulo. No me quedó más remedio que echarlos de la cocina  si quería que quedara algo para las galletas.

Se fueron refunfuñando mientras yo acaba de hacer las formas de las estrellas con un molde. Metí la masa en el horno y a la media hora las saqué doraditas y desprendiendo un olor que era pecado. Así que las fieras volvieron para ver si caía algo. Pero como seguimos con NO viembre se fueron a la cama con las ganas. Hasta diciembre nada de postres en la cena.

Hubo lágrimas, lamentaciones y desgarro, pero las galletas llegaron intactas al desayuno. Que fue justo cuando las probamos. No hizo falta hacer mucho esfuerzo para que se levantaran de la cama. Saltaron de las sábanas a la mesa del comedor al primer toque.

Estaban tan buenas que no duraron más de dos asaltos. Ya me han hecho prometer que las repetiríamos. "Aunque sólo hagas la masa. Sin el horno también está buena" me pidió el pequeño. No saben nada estos dos pillos.

martes, 14 de noviembre de 2017

Monte de Valdelatas

Estoy deseando que llueva para que se limpie el ambiente y se llenen los embalses (entre otros), pero como no parece que el tiempo me vaya a hacer feliz a corto plazo aprovechamos todos los domingos para hacer excursiones. Hasta ahora nos íbamos al parque Juan Carlos I (se está convirtiendo en costumbre), pero éste hemos cambiado. Raúl propuso el Monte de Valdelatas y a mí me pareció un plan genial.

Allá que nos fuimos con dos niños muy bulliciosos. En cuanto pusieron el pie fuera del coche comenzaron su aventura. Desde el primer momento se puso de manifiesto que un orco-troll andaba suelto por ese "bosque". Ramas rotas, árboles caídos, "huesos" y "restos de animales"... un desastre total. Había que pararle los pies al bicho.

Hubo que luchar contra monstruos terribles, salvar peligros extremos, escapar de trampas arbóreas, cruzar charc... estooo... océanos, océanos, quería decir...

Vamos, que yo flipaba con tal despliegue de imaginación. Normalmente es alimentada por los padres, pero se nos han independizado. Y nosotros los observábamos con una mezcla de orgullo y nostalgia. Ya no nos necesitan para vivir sus propias aventuras épicas.

Encontraron la guarida del orco-troll. pero la bestia había volado. Hubo que seguirle la pista hasta un claro en el que se desarrolló la batalla. Mis niños iban pertrechados con unas armas impresionantes: ¡los mega palos! Que fueron confiscados poco después de la batalla por demasiado peligrosos en malas manos (las suyas).

Ni que decir que el orco-troll fue vencido y... ejem... masacrado. Y que no se te ocurra defender al monstruo, loca, "¿es que no has visto el reguero de cadáveres que ha ido dejando hasta que hemos acabado con él?".

La verdad que el entorno se prestaba a ese tipo de juegos. Nos ha gustado mucho el lugar para dar largos paseos (yo acabé agotada, lo confieso). Volveremos.