jueves, 14 de diciembre de 2017

Jugando con la nieve en Covarrubias

El jueves Iván se levantó con pocas ganas de fiestas y nos lo hizo sufrir mucho antes de lograr que saliera de la casa. La idea era dar un paseo y buscar la nieve para que los peques jugaran con ella, pero él alegaba que en el patio ya tenía toda la que le hacía falta y que no quería caminar. A pesar de todo nos siguió en nuestro plan, básicamente porque no le quedó otro remedio, pero lo hizo rezongando, de malos modos y con los puñitos bien apretados.

Últimamente nos hace mucho esto. Sale de muy mala gana y luego es el que mejor se lo pasa. Dan unas ganas de dejarle en casa... Pero alguna vez que le hemos caso dejándole al cuidado de alguien o en mis manos, que me he quedado por él... ¡Y tampoco! En cuanto llega el hermano contando sus aventuras le aflora la rabia. No hay manera con él.

El caso es que lo sacamos a rastras y enfilamos por el camino que sale del Piélago, que es muy bonito y más con las pinceladas de nieve que nos regaló el paisaje ese día. Una preciosidad.

Yo andaba con Daniel que en todo veía la aventura y me pedía que le hiciera fotos en un montón de troncos (las ruinas de un poblado orco) o en unos árboles llenos de musgo (los Ents) o con las vacas que nos encontramos por el camino (que debían ser mágica porque le miraban muy fijamente, así que seguro que empezaron a hablar en idioma humano en cuanto nos perdieron de vista para tratar sus asuntos sobre el orden y el equilibrio del universo).

Mientras, Raúl caminaba junto al pequeño polvorilla comiéndole la oreja con toda su paciencia para que dejara su mal humor y comenzara a divertirse. Le costó medio camino, pero el caso es que llegó un momento en el que Iván cambió su ceño fruncido por una sonrisa y se sumó a una aventura llena de guerreros, monstruos, peligros, huidas y... bolas de nieve a porrillo. En cuanto te despistabas ya te estaba impactando al menos una en la espalda.

Al principio mucho jiji jaja, pero llegó el momento de "una sola bola de nieve más y te la comes". Esa es la dura realidad, que no tienen medida. Pero ni un gruñido de sus padres podía aguarles la fiesta y ellos seguían su guerra contra los malvados arbustos, los beligerantes árboles o las rocas amenazantes. Ellos no les castigarían sin tablet esa tarde y eran un objetivo más fácil a la hora de apuntar.

Estuvieron todo el camino inventando historias y haciéndonos partícipes de sus juegos. Realmente son muy imaginativos estos niños. Pero las batallas de bolas de nieve a nuestra costa se acabaron, eso también os lo digo. En un alto en el camino nos paramos a contemplar a los buitres que volaban como locos de un lado para otro y muy cerca del suelo. ¿Serán primos hermanos del grajo que cuando vuela bajo hace una frío del carajo? Porque hacía un frío tremendo. Doy fe.

Me encantó el paseo, pero lo que más me gustó fue cuando volví a mi lugar cerca de la chimenea.












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