martes, 8 de junio de 2010

Daniel quiere guerra toda la noche


No sé que le pasa a este niño que hay noches que las duerme del tirón (eso sí, a las seis de la mañana , mas o menos, en pie) y otras que no pega ojo. Ni él ni sus sufridos padres que tienen que estar atendiéndole e investigando que demonios le pasa esta vez.

"¿Querrá agua?". "No sé, ¿probamos?". "Pues no, no parece que se calme". "Dámelo a mí". "No, espera que le voy a mecer un poco". "¿Tendrán hambre?". "Voy a calentarle el biberón"... Y así hasta que damos con el asunto y lo volvemos a introducir con sumo cuidado en su cunita o hasta que nos rendimos y se viene con nosotros a la cama de mayores.

Cuando sucede ésto último, pueden pasar dos cosas. Una, que se duerma feliz entre los dos con una sorisa triunfadora o, dos, que siga dando guerra un rato más para desesperación paterna. En este caso suele arrear patadas t manotazos a diestro y siniestro, además de menearse como una lagartija y llorar como un loco. Y las horas van pasando. Si es un día de entresemana resulta horrible ver como se acerca la hora en la que va a sonar el despertador y que el pequeñajo sigue cantando en do mayor. Si es fin de semana, hagas lo que hagas, Daniel te despertará a una hora en la que aún no han puesto las calles con ganas de jugar, pero al menos tienes la esperanza de poder aprovechar su siestecita mañanera para recuperar una poco de sueño.

Cuando te vas a trabajar y estás delante de la pantalla no puedes avitar pensar en una cosa: "Qué le pasaría a mi pobre niñito. ¿Estará bien en la guardería? Pues claro que está bien. Roncando a pierna suelta en su siesta mañanera, mientras yo estoy dejándome los somnolientos ojos en este ordenador".

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