miércoles, 16 de junio de 2010

No me da la vida

Que dura es la vida de las madres. No entiendo como mi madre y mi suegra pudieron dominar a tres energúmenos. A mi sólo me toca lidiar con uno y hay veces que lo dejo por imposible.

Ahora le ha dado por toquetear los cables de los aparartos electrónicos del mueble de la tele. Y no hay pocos. Ya le puedes dar en el culete y gritar energicamente "¡No!", que el enano te toma por el pito del sereno. Lo único que puedes hacer es desengancharle al fuerza mientras berrea con todas sus fuerzas. En cuanto lo vuelves a soltar regresa a su posición frente a la televisión.

Ya no le gusta nada la cunita de viaje que usamos a modo de parque. Por lo visto ahora quiere ampliar horizontes y se le hace pequeño lo que antes era suficiente.

Cuando él está en casa olvídate de hacer nada más que no sea vigilarle estrechamente. Y cuando no está hay que preparar la casa para cuando llegue. Ventilarla, limpiar lo que se pueda, prepararle el saquito en su cuna con vistas a la hora de dormir... y un sinfín de detalles que me hacen perder muchísimo tiempo. También hay que aprovechar para comprar, para ducharse tranquilamente sin peligro de que un berrido te haga salir precipitadamente del baño.

Luego corre a buscar al pequeñajo a la guardería y llévale al parque para que le dé el aire. Por supuesto una vez allí te va a exigir atención absoluta, que los cojas en brazos, que lo ayudes a caminar, que estés atenta de que no se vaya gateando muy lejos de ti. Niño arriba, niño abajo, riñones machacados... Y vuelta casa a tiempo para darle el baño, limpiarle los oídos, sacarle los moquetes, darle el biberón (sobre el que se tira como un desesperado), con ayuda de Raúl.

Juega otro ratín con él intentando que no se lastime con todos los potenciales peligros que encierra la casa y, por fin, llévalo a la cuna (el momento que estabas esperando para dejar descansar a tu espalda un rato). Reza para que se duerma enseguida porque si no toca hacer excursiones al cuarto del bebé cada vez que se ponga a berrear hasta que se duerma por agotamiento (tuyo y suyo).

Luego solo queda hacer la cena, comértela y meterte en la camita de cabeza. Probablemente el enano se despertará un par de veces por la noche para hacerte saber que él sigue ahí. No te has dado cuenta y ya ha empezado un día nuevo. Aunque por las mañanas (entre semana) le toca a papá atender a Daniel.

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