viernes, 29 de octubre de 2010

En la tienda de comics


El otro día Daniel y yo acompañamos a su padre a una tiendas de comics para comprar un regalo de cumpleaños. Cuando llegamos al chiquitín se le abrieron mucho los ojos y los "pa... pa... pa..." se dispararon en su boquita.

¡Cuantos colores! ¡Cuantas cosas interesantes! ¡Que me saquen del carrito! ¡Que me saquen del carrito yaaaaaaaa...! Parecía indicar mientras se revolvía como un energúmeno. Por supuesto, mamá solícita le quitó el cinturó de seguridad y lo bajó de la sillita. Nada más tocar el suelo con sus piececitos se puso en movimiento con una rapidez pasmosa y se arrojó con toda su mala intención y babás hacia la estantería más cercanas.

Su madre, haciendo halago de una gran destreza y reflejos logró agarrarle en el último momento y no hubo que lamentar ningún destrozo. Sin perder ni un minuto lo volvió a meter en el carrito, con gran resistencia del interesado y lo sacó de la tienda gritando al padre que iba a dar una vuelta a la manzana mientras él buscaba lo que quería.

Siete vueltas a la manzana después, tanto la madre como el niño estaba aburridas de ver lo mismo una y otra vez, pero el padre no daba visos de querer salir. Se le veía muy a gustito entre juegos de mesa y comics varios. Así que la madre cruzó los dedos y decidió volver a intentarlo.

Entró en la tienda y desató a la bestia, que enseguida se dirigió a una vitrina de cristal para aporrearla a gusto. Cómo notó que algo le impedía avanzar (imagináos el qué) se tiró al suelo para patalear a gusto. "¿Qué estas comprando?, Raúl", inquirí nerviosa, "Pues el juego y un comic de Usagi", "Dame le comic un momento", le sugerí con determinaciónmientras estiraba la mano. Raúl memiró incrédulo y me espetó un no que le salió del alma. El vendedor también me miró alucinado y se sintió en el deber de apoyar a Raúl.

Mientras tanto el niño ya se me había escapado y gateaba hacia otro dependiente de la tiendaque desembalaba género. "¡cuidado! ahí va un futuro cliente!". El pequeñajo se acercó diligente al empleado y se apoyó en una caja mientras les sonreía con sus pocos dientes. Al chico le tocó la vena sensible porque le dejó hacer un poco. Cuando vió que se podía aproximar un desastre decidió darle un catálogo para que lo estrujara a gusto. El niño estaba encantado con el amasijo de papel de colores que llevaba en la mano con lo que pude meterle de nuevo en el carro con algo de tranquilidad. Por fin nos fuimmos a casa sin más incidentes.

Ahora, con el bebé, cualquier acción cotidiana es toda una aventura.

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