domingo, 17 de abril de 2011

Fin de semana en Cova

Otra vez llevando al pueblo al pequeñajo. Ahora el motivo es la semana santa. ¿Por qué tendrán tantas vacaciones los niños y tan pocas los padres? Y esto no ha hecho mas que empezar. Cuando empiece el colegio se nos va a ir el dinero en cursillos vacacionales.

El caso es que nos fuimos el fin de semana a Covarrubias para dejar al niño. Allí se lo pasa muy bien. La casa tiene un patio trasero que le viene muy bien para explayarse y el padre se lo llevó en bici por las mañanas a dar vueltas por la zona. ¿Qué mas puede pedir un bebé inquieto como él? A este respecto Raúl me contó un par de anécdotas con las que me reí muchísimo. Dice que una vez iba tan feliz en la bici parando en los lugares más representativos e indicándole a su hijo  que el pensaba que le podían interesar en plan: "Mira Daniel, la Ermita... Y allí el puente... Ahora nos dirigimos a un pueblo que te va a encantar....". Las palmaditas que le daba su hijo en la espalda le animaban a seguir comentando el paseo. Cuando, de repente, se le ocurre girar la vista al asiento para bebés y se encuentra a Daniel profundamente dormido con la cabeza colgando hacia delante y golpeándole la espalda con el casco. Debió ser una escena genial ver al padre hablarle a su hijo sopitas. En otro momento Raúl se afanaba para subir una cuesta. Medio asfixiado. Dándolo todo, cuando de repente nota unas palmaditas en la espaldas. Esta vez sí que erán de verdad. Daniel quería velocidad: ¿Qué pasa que no avanzamos? ¡Lenturrio!" Y su padre con la lengua fuera.

También se lo pasó genial recorriendo el pueblo con su pequeña moto de juguete y tirando piedrecitas en el río. Además de ayudar a su bisabuela a regar las plantas. Que serio cogía la regadera para que se la llenaras de agua y corría hacia las macetas para vaciarla.

La nota mala la puso el frío. Por las noches yo me helaba y sufría por el pobre Daniel, que dormía fatal a causa del aplastamiento de las mantas que no hacía mas que ponerle encima. Finalmente descubrimos que la calefacción estaba estropeada y Chari, su abuela, encontró un edredón para bebés de la hermana de Raúl que pesaba muy poquito y abrigaba mucho. Menos mal.

Me fui con mucha pena porque mi niñito se quedaba allí y yo no podía estar con él. Aunque sabiendo que me iba a echar poco de menos por lo bien que se lo iba a pasar en sus vacaciones.

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