domingo, 12 de febrero de 2012

Recorrido por el casco antiguo

Empezamos el día desayunando en una cafetería llena de delicatessens. Y para mi felicidad contaba con un rinconcito infantil que tuvo entretenido a Daniel el tiempo de saborear un café, una pulguita de rúcula, queso de cabra y nueces y un cruasán de chocolate. Ummmmm

Mi niño estaba entretenidísimo en la pequeña mesa llena de porciones de tarta y duces de juguete. De vez en cuando venía a servirnos con enorme cuchillo de madera. Cuando perdió el interés decidimos dar por terminado el desayuno y levantar el campamento.

Raúl y yo nos pusimos de acuerdo para dar una vuelta por el casco antiguo con los niños mientras que mi madre y mi hermana pusieron rumbo a casa para hacer sus tareas.

Nos perdimos por las calles de Vegueta, disfrutando de los balcones canarios, las callejuelas antiguas y el molesto empedrado. En un momento dado, me acordé de que Daniel llevaba ya un buen rato sin ir al baño. Raúl me indicó que estábamos pasando por delante del Museo Casa de Colón y que podíamos usar su aseo. Me daba un poco de palo usar un Museo sólo para que Daniel no mojara sus pantalones, pero no quedaba otro remedio. O eso o regar un arbolito.

Entramos con un chiquillo poco convencido, pero en cuanto vio los cañones se volvió loco.Menos mal que un vigilante nos confirmó que se podía tocar, porque Daniel incluso se había montado encima de uno. Cuando conseguimos despegarlo de las enormes armas Raúl se lo llevó al baño. Cuando salieron le mostré un par de loros que me había encontrado en unos de los patios abalconados. El niño estaba amocionado. Luego nos metimos en una habitación decorada como si fuera el interior de "La niña", una de las tres carabelas que llevaron al descubridor hasta América. Fue lo que más le gustó, aunque tampoco hizo ascos a las maquetas de barcos y de edificios. En definitiva, para nuestra sorpresa le gustó el Museo. Cuando vuelva  a Madrid estoy pensando en llevarle al Naval a ver que le parece.

Tuvimos que sacarle a rastras para seguir nuestro camino. por fin llegamos ala plaza Santa Ana. Otro acierto. Daniel se lanzó a asustar palomas junto con otros muchos niños. ¡Pobres palomas! Daban un poco de pena. Aunque sean las ratas del aire. El chiquillo se lo pasó genial montando en los famosos perros de la plaza y usando uno de los elementos arquitectónicos de improvisado tobogán.


También de allí nos lo llevamos a rastras. Ya era la hora de comer y debíamos regresar a casa. El pequeñajo lloró un poquito y al final se conformó. Su hermano estuvo durmiendo todo el paseo.

5 comentarios:

  1. Daniel se lo está pasando pipa por alli ehhh! jajajaj un besito

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  2. me a gustado mucho el paseo pero la cafetria mas!!!que bien pensado ojala todas fueran asin

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  3. El pequeñajo se lo ha pasado en grande. Y pienso como Marta, ojalá hubieran más cafeterías con un rincón para niños, así los papis podríamos disfrutar aún más del café.

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  4. ¡Eso del tobogán! Me recordó cuando vivíamos en Fresnillo, Zac. había un adorno parecido a ese y todos los niños se deslizaban igual, como buscan el divertirse de manera diferente, aunque no haya juegos en el área.
    Es muy buena idea llevar a los chiquitines desde pequeños a los museos, así se acostumbran y van tomando cariño a esa parte de la historia :D

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  5. Si es que estos chiquillos le echan imaginación a todo. Nosotros intentamos embuirle el amor por la lectura y el arte. Luego el hará lo que quiera jaja

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